Tal día como hoy 5 de marzo, pero de 1953, fallecía
uno de los personajes más crueles que ha dado la Humanidad: Iósif
Vissariónovich Dzhugashvil, alias “Stalin”, o “Koba”. Había nacido en 1878.
Contaba, pues, 75 años. Vamos a dedicar unas entregas a este sujeto por aquello
de “recuperar la memoria histórica”, o la “democrática”, oiga, amén de comentar
algunos libros sobre este nefasto personaje.
Como ya sabrán, este asesino fue uno de los puntos de
referencia para muchos comunistas durante la Segunda República Española, y
también en tiempos posteriores: “El
hombre que más amamos”, “El padre de todos los pueblos”, o “Cada día que pasa es mayor mi admiración
por el gran Stalin” (Santiago Carrillo dixit).
Como ya sabrán también, en diciembre de 1.936, en el V
I I I Congreso de los Soviets, fue aprobada la Constitución soviética, que fue
llamada la “Constitución de Stalin”, “el
más grande documento democrático de todos los siglos” ( I ). En un editorial de “Pravda” de ese mismo mes y
año, se lee:
“Que
delicia es poder dividir la historia de la civilización en dos partes netamente
inconfundibles; antes y después de la Constitución otorgada por el gran Stalin” ( I )
La presencia y omnipotencia de este criminal dictador,
era proverbial. Un ejemplo:
“Antes
de exhibir un filme soviético al público, Chumiatsky (jefe de nuestra industria
del filme) lo proyectaba en privado a Stalin. Escuchaba sus consejos que
generalmente constituían órdenes, procedía a hacer retoques inesperados. . .las
sanciones y las recompensas llovían inexplicablemente”. ( I )
Lo que Stalin decía se convertía automáticamente en
una verdad indiscutible que había que expandir a los cuatro vientos. Así, por
ejemplo, en marzo de 1935, y ante una promoción de estudiantes de la Academia
Militar, dijo:
“Ahora
tenemos máquinas, lo que necesitamos, ante todo, son hombres” ( I I ).
Ni qué decir tiene que “Pravda” se hace eco de estas palabras:
“Nos
hemos compenetrado profundamente del inmenso alcance de la nueva consigna del
camarada Stalin: ‘Los cuadros lo deciden todo’. Formulamos la promesa de luchar
y trabajar de tal suerte que nos hagamos dignos de los desvelos y del afecto de
nuestro gran jefe” ( I I )
Miliéro, exmiembro del PC francés, y aviador del
Ejército Rojo, nos habla de los slogans stalinistas. Y dice:
“Cada
cual se sometía a una especie de examen en el cual su personalidad, más o menos
fiel al régimen, quedaba al descubierto. Cada vacilación, cada interpretación
insuficientemente ortodoxa era minuciosamente anotada y susceptible de tener
consecuencias graves. ‘Es inútil tratar de decir algo mejor que Stalin sobre la
cuestión’, decía seriamente uno de nosotros, ‘hay que contentarse con repetir
exactamente el contenido de su discurso’. Y los ingenieros presentes se
plegaban dócilmente a este catecismo, al cual ya estaban habituados”. ( I I )
Tal parece que Décimo Junio Juvenal, poeta romano de
silgo I y principios del II d. de C., tenía razón en su “Sátira IV”, cuando
escribía aquello de que “que mi voluntad
reemplace a la razón”. Ustedes ya me entienden.
( I ).- “Stalin el terrible”, autora Suzanne Labin, escritora socialista,
Editorial Huarpes S.A., Buenos Aires 1947, página 49.
( I I ).- ibídem, página 50
Continuará.
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