Como ya saben, hay, hubo y habrá,
personas que han cambiado de ideología política después de haber defendido con
uñas y dientes otra opuesta. Sobre este tema, hay un montón de libros y
escritos.
Esta caída del
caballo camino de Damasco, puede producirse por decepción, desengaño, aunque
hay muchas personas que, aún dándose cuenta de esto, e incluso de las
enormes contradicciones internas, siguen con su fanatismo propio de mentes
subhumanoides.
Probablemente el siglo XX haya sido el siglo más ideológico, aún más que
el XVIII, con la Revolución Francesa. Este cambio ideológico, en casi
todos los casos, ha sido desde el socialismo, anarquismo y comunismo, hacia el
liberalismo. Todos conocemos casos de personas que están hoy en el candelero
político que corroboran esto que decimos.
Claro que también se puede dar el camino contrario, pero es más difícil y
muchísimo menos frecuente. Generalmente se va desde la izquierda a la derecha,
y no al revés.
Cuando uno es joven, y debido a la poca experiencia, se es un poco ignorante,
muy idealista, muy sentimental, y probablemente también, muy romántico. Es
entonces cuando a uno lo pueden “captar”. Esto que decimos queda bien reflejado
en unas palabras de Willy Brandt: “Quien
de joven no es comunista, es que no tiene corazón. Quien de mayor es comunista,
es que no tiene cabeza”.
Cuando uno ya peina canas, y está cada vez más cerda del “día de mañana”, se da
cuenta que la única alternativa realista política y económica, es el
capitalismo de libre mercado. El comunismo no tiene nada que hacer.
Hay que reconocer que resulta incómodo admitir que se ha metido la pata, que
uno se ha equivocado y que ha vivido en el error. A pesar de esto, aún quedan
por ahí pedantes paleomarxistas que siguen “interpretando la realidad” desde su
óptica particular, y cuando esa realidad les demuestra que están equivocados,
dicen, como Lenin, peor para la realidad.
Este tipo de personas viven intentando imponer a los hechos y a la citada
realidad su concepción, autoengañándose diciendo que todo está bien y que es lo
correcto. Llega a tal extremo su cerrilismo, que aún dan explicaciones
“científicas” para tratar de explicar el derrumbe de la URSS.
Si quieren ustedes ver y comprobar una gran caída del caballo camino de
Damasco, no tienen más que leer “Dios
existe. Yo me lo encontré”, del ex marxista André Frossard, Ediciones Rialp
S.A. 1983, 182 páginas, insertado en este blog con fecha 25 de agosto de 2019,
o también “Dios existe”, de Antony Flew, Editorial Trotta
S.A., 2013, 167 páginas, insertado asimismo en este blog con fecha 30 de marzo
de 2021.
Transcribimos a continuación un párrafo contundente del citado Frossard:
“En cuanto
a la experiencia mística, proporciona la certidumbre de que «después de la
muerte» está Dios, lo que supondrá, os lo aseguro, una gran sorpresa para
muchos. Se darán cuenta, con el mismo asombro que yo experimenté el día de mi
conversión -y que todavía me dura-, que «hay otro mundo un universo espiritual
hecho de una luz esencial con un brillo prodigioso, de una dulzura conmovedora,
y, al mismo tiempo, todo lo que les parecía antes inverosímil les parecerá
natural, todo lo que consideraban improbable se habrá convertido en
deliciosamente aceptable y todo lo que negaban les será jubilosamente refutado
por la evidencia. Descubrirán que eran fundadas todas las esperanzas
cristianas, incluso las más locas, que todavía no lo serán bastante para dar una
justa idea de la prodigalidad divina. Comprobarán -como lo hice yo- que no son
necesarios los ojos de la carne, que más bien nos impedirían verla, para
recibir esa luz espiritual e ilustrativa, y que ella ilumina una parte de
nosotros mismos totalmente independiente de nuestro cuerpo ¿Cómo puede ser eso?
Yo no lo sé, lo ignoro por completo, pero sé que lo que digo es verdad”.
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