Decía D. Gregorio
Marañón Moya, verdadero republicano, refiriéndose a la II República
española:
“¡Qué gentes! Todo es en ellos latrocinio, locura, estupidez. Han hecho,
hasta el final, una revolución en nombre de Caco y de caca”.
Suponemos que se acordarán del atraco que hubo en su día a una joyería de la
calle Ayala de Madrid, perpetrado por dos serbios que, navajas en mano,
intentaron robar y agredir al dueño de la joyería y a su hija. Como es
lógico, el joyero se defendió y sacando una pistola disparó contra los ladrones
en legítima defensa. Y esto es lo que nos queda cuando la Ley no protege al
ciudadano, aunque hay otro asunto más grave cual es el tomarse la justicia por
su mano.
Todo esto viene por lo que se denomina “la proporcionalidad en la
respuesta defensiva”. Es decir, que si un atracador se vale un arma blanca
para cometer el delito, el atracado tiene que defenderse también con arma
blanca, oiga. Y si el caco emplea un bate de beisbol, hay que defenderse con el
mismo artilugio. Esto obligará a los dueños de negocios que puedan ser
atracados, a tener un gran almacén repleto de “armas” defensivas del mismo
calibre y tamaño que las de los atracadores: pistolas, navajas (habrá que mirar
si son de Albacete), sables, espadas, puñales, piedras, pistolas de agua,
machetes, mosquetones, subfusiles, ametralladoras, bazookas, etc, etc.
Como puede colegirse de todo esto, tal parece que la actual ley española
está hecha para proteger al delincuente en vez de al ciudadano honrado.
Nos imaginamos que sabrán los actos delictivos que se cometen cada poco contra
las joyerías, que son atracadas por sujetos que entran y salen de la cárcel
como si nada hubiese sucedido. Para eso está el “robo con fuerza
en grado de tentativa”, oiga.
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