domingo, 18 de enero de 2015

Características de los historiadores



No tienen que tener una mente cuadriculada y dogmática.


No tienen que ver las cosas en blanco y negro.

Tienen que estar desposeídos de toda pedantería, petulancia y engreimiento. No deben enfocar los asuntos bajo los mismos criterios y esquemas.

Cuando escriban sobre diversos temas, tiene que ser coherentes y consecuentes, ya que si no podrían caer en el tremendo error de no admitir briznas y, sin embargo, tragar camellos.

Tienen que analizar los asuntos de una manera imparcial y objetiva, procurando no tener la mente privatizada por ningún prejuicio ideológico. Si así sucediera, se correría el riesgo de que fuesen defensores de ideas determinadas, que vendrían mezcladas con ideología.

Tienen que dejar de lado la intolerancia, que es propia de historieteros vanos, neófitos y atrevidos.

Tienen que evitar que los comentarios sean sesgados.

No deben hablar o escribir sobre cuestiones importantes, sin antes descubrir dónde está el “quid” del asunto.

Deben aceptar la opinión y la discrepancia de otros historiadores.
Cuando critiquen algo, deben evitar hacerlo de forma facilona, populista, inmadura, simple y primaria. 

Deben evitar la manipulación y la falsificación.

Cuando hagan cualquier comentario sobre algún asunto, deben procurar no atraerlo a su manera de pensar.

Tienen que evitar divulgar ideas basadas en falsedades, tergiversaciones o medias verdades.

Si hay algo en lo que no están de acuerdo, deben evitar mentir o distorsionar.

No deben contar la historia por “consenso”, ya que si así lo hacen, en vez de transmitir la verdad histórica, lo que transmiten son valores y creencias que suelen tener como fin algún objetivo político.

No tienen que resistirse, refugiados en su caparazón, a contrastar sus ideas con las de otros historiadores que, de forma documentada, las impugnan. No vale seguir abrazados a la mentira, a la falsedad y a la falsificación.

Cuando narren un episodio histórico, deben hacerlo de forma aséptica procurando la concordancia con los hechos, dejando a un lado las emociones políticas.

Tienen que dejarse de mitos y de “superioridad moral”. La Historia es como es.

Y, sobre todo, tienen que razonar. Decía el poeta William Drummond: “El que no quiere razonar es un fanático; el que no sabe razonar es un necio; el que no se atreve a razonar es un esclavo”.


En fin, salvo honrosas excepciones, los historiadores de ahora más bien son “historieteros” que nos quieren mostrar la Historia bajo su cámara.



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