Los historiadores marxistas-leninistas tienen
mucho que ver en esta falsificación. Como es sabido, el afán denigratorio y
exclusivista es consustancial al marxismo-leninismo. Para éste, la
historiografía sólo tiene sentido como lucha ideológica para acabar con lo que
ellos llaman lo decadente, lo burgués, lo arcaico y demás monsergas. Para
alcanzar la revolución social que preconiza, el marxismo-leninismo utiliza la
exposición de la historia como un arma.
Es por esto por lo que los historiadores e
intelectuales marxistas hacen sus aportaciones desplegando toda una batería de
mentiras y descréditos, mediante una hábil propaganda de la que son maestros,
para ajustar la historia a su materialismo dialéctico que, de forma machacona y
contumaz, califican como científico. Toda idea, toda interpretación no marxista-leninista,
quedan reducidas de forma dogmática a dos conceptos: explotación y dominación
burguesa. Es decir: la historia se interpreta y se justifica como lucha de
clases y si los hechos no concuerdan, se deforman, se omiten, se falsifican, se
desvirtúan, etc, para encajarlos en la teoría. Todo esto trae la lógica
consecuencia del desprestigio orquestado contra historiadores que, intelectual
y honestamente, son superiores, como es el caso de D. Luis Pío Moa Rodríguez.
Aquellos historiadores e intelectuales, con
su característica superstición intelectual y agresividad ideológica, anclados
en media doce de tópicos propagandísticos, arremeten y desacreditan a todo
aquel historiador que ose pensar de otra forma ¡¡Y después dicen que luchan y
lucharon por las libertades y la democracia !!
Jean François Revel en su obra “La gran mascarada” ( I ) (Ediciones Taurus,
2000), nos dice en la página 10 que el
marxismo tiene “una inveterada deshonestidad en las relaciones con lo verdadero, secuela
de la educación totalitaria del pensamiento”.
Decía Cicerón que “
Atendiendo a este criterio ciceroniano, es
inexplicable la falta de ética o de moral de ciertos historiadores, sobre todo
si son profesores universitarios. En muchos de éstos, la imparcialidad, la
ecuanimidad, etc, brillan por su ausencia. No tenemos más que echar un vistazo,
por ejemplo, a la historia que se enseña en diversas Autonomías: en muchos
casos, es todo lo contrario a la de España y en otros se saltan alegremente
períodos de tiempo sin ningún rubor.
El rencor, la revancha, el dardo envenenado,
etc, es lo que guardan estos historiadores que se consideran como tales y como
cronistas oficiales de la reciente historia de España. Es muy triste ver cómo
en textos actuales de bachillerato se cuenta la historia con relatos de horror
solamente de un bando y como, de forma subliminal, se incita al odio. Estos
historiadores, enjaulados en una serie de prejuicios, no conducen más que al
naufragio educativo que ha llevado a nuestros jóvenes a un desconsolador conocimiento
sobre la historia reciente de España.
Lo que tienen que hacer estos historiadores
que intentan, sin conseguirlo, silenciar y machacar toda la obra de Pío Moa, es
demostrar que está equivocado mediante investigación y análisis. Pero esta
investigación y este análisis no acaban de producirse. Como tampoco se produce
el debate al que Pío Moa los ha retado en numerosas ocasiones. No aceptan tal
debate porque no tienen argumentos serios que oponer, porque la visión que
tienen de la historia es rácana y simplona: aquélla sólo es franquista o antifranquista,
progresista o reaccionaria. Los hechos verdaderos no cuentan para nada.
La tan cacareada reconciliación nacional,
señores historiadores de lo políticamente correcto, tiene que basarse, entre
otras cosas, en la búsqueda de la verdad histórica. El mantenimiento de mitos y
cuentos de hadas sólo lleva al odio y al enfrentamiento.
( I ).- Este libro se encuentra comentado en seste blog con fechas 1, 4 y 6
de febrero de 2.017. Recomendamos su lectura.
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