Uno de los temas más manidos es el de la igualdad, a la que se invoca
cuando interesa y se omite cuando también interesa. Por otra parte, y en el
plano político, se habla de las “diferencias”, que pueden ser étnicas o culturales.
No digamos ya nada cuando se habla del
“hecho diferencial”, o de la “realidad
de las naciones” para diferenciarlas de las “autonomías artificiales”. Si somos
iguales, ¿cómo son posibles tantas diferencias?
A las personas que hablamos de España, que nos emocionamos al escuchar el
Himno, o que también nos emociona ver
ondear nuestra Bandera, rápidamente se nos crucifica con lo de siempre:
fascistas, retrógrados, insolidarios y demás epítetos decimonónicos.
Pero ocurre una cosa curiosísima: cuando la selección española de “furbo”,
“deporte” este que es la auténtica morfina del pueblo soberano, gana una
competición, salen a la calle miles de personas portando la Bandera, mientras
que por otros asuntos verdaderamente importantes por los que sí habría que
sacar la Enseña, se quedan en casa. Auténtica cobardía.
Además de esto, también hay otra cosa chocante: si un deportista de
élite, como pueda ser Gasol, Fernando Alonso, Rafa Nadal y pocos más, izan o se
envuelven orgullosamente en la Bandera porque se sienten españoles, aquí el
pueblo soberano hace mutis por el foro. En vez de tratar de emular a estos
deportistas, se emula a ciertos currinches que, mientras se interpreta el Himno
Nacional en ciertos acontecimientos deportivos, miran distraídamente para otro
lado no vaya a ser cosa que se les note el “patriotismo”, aunque provengan de
comunidades con “hechos diferenciales”.
En fin, los tres deportistas mencionados son uno catalán, otro asturiano
y el otro mallorquín. Y se sienten orgullosos de ser españoles. En esto sí que
se sienten iguales.
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