A veces siente uno pena al ver a la gente de este país, antes nación, opinar sobre diversos temas, preferentemente sobre nuestra Historia reciente. Pero otras veces siente uno indignación al ver a ciertos “historieteros” de plantilla, sobre todo los de algún que otro “periodiquín, que se autodefine como “independiente”, contar dicha Historia totalmente falseada por mor de esa “memoria histórica”, o la "memoria democrática de "Su Sanchidad".
Así, por ejemplo, nos vienen a decir que la II República fue una experiencia democrática, omitiendo todo lo referente a la violencia y a la intransigencia política de los rojo-republicanos, con su radicalización, con su falta de coherencia entre lo que decían y lo que realmente hacían después, o con las estrategias calculadas que empleaban para hacerse con el poder, haciendo muchas veces creer al pueblo soberano que eran “leales” a la República.
Hemos escrito, y estamos escribiendo, muchos artículos y comentado varios libros sobre este asunto de la República. Pero con haber leído solamente las “Memorias políticas y de guerra”, Tomo I I, autor Manuel Azaña, Afrodisio Aguado, S.A., Madrid, 1976, Ediciones Río Saja, Madrid, nos daríamos cuenta de la cantidad de mentiras y burradas que se han escrito.
El mencionado Azaña, elevado a los altares por muchos, nos describe con su característica altivez, soberbia, vanidad y pedantería, cómo eran aquellos políticos “imbéciles”, proclives a “una política tabernaria, incompetente, de amigachos, de codicia y botín, sin ninguna idea alta”, a la vez que dice que dichos políticos son gente “impresionable, ligera, sentimental y de poca chaveta”. Y no digamos ya nada lo que nos narra Azaña sobre los nefastos personajes Largo Caballero y Negrín, tan endiosados por esos “historieteros” de los que hablábamos antes. ( 1 )
Lo curioso de Azaña es que siempre echaba la culpa a los demás. Él no era responsable ni tenía culpa de nada. Por ejemplo, comentando la salida de Indalecio Prieto del gobierno, decía:
«Le echaron porque se negó a firmar una carta, que le llevó redactada un agente ruso, pidiendo a Hacienda que les librase millón y medio de dólares para gastos de personal militar, sin justificación alguna». Obsérvese que dice “le echaron”.
Decía también:
«A los ocho días de hablar de piedad y perdón me refriegan 58 muertos». ¿Hizo él algo por evitar estos desmanes y otros?
De Margarita Nelken decía lo siguiente:
“Esto de que la Nelken opine en cosas de política, me saca de quicio. Es la indiscreción en persona. Se ha pasado la vida escribiendo sobre pintura, y nunca me pude imaginar que tuviese ambiciones políticas. Mi sorpresa fue grande cuando la vi candidato por Badajoz. Ha salido con los votos socialistas, derrotando a Pedregal; pero el Partido Socialista ha tardado en admitirla en ‘su seno’, y las Cortes también han tardado mucho en admitirla como diputado. Se necesita vanidad y ambición para pasar por todo lo que ha pasado la Nelken hasta conseguir sentarse en el Congreso. Por cierto que ese día alguien dijo: ‘Es la primera mujer que viene a las Cortes’. Lo decían para molestar a la Campoamor o a la Kent”.
En fin, no seguimos porque estaríamos escribiendo páginas y páginas sobre el tema. La gente seguirá opinando y votando sin haber leído jamás un libro. Y los “historieteros” seguirán en sus trece. Y de paso cobrando.
¡Ah!. ¡Menudo tirón de orejas se llevaría hoy el señor Azaña por no emplear la palabra “candidata” al referirse a Nelken!
Y terminamos con unas frases de dos verdaderos republicanos: Salvador de Madariaga y José Ortega y Gasset: El primero decía:
“Memorias secretas e
íntimas y de Azaña”, ABC
Sevilla 18-9-37. Luis
Sánchez Latorre, Memorabilia,
p.81
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