El aumento de la pobreza está llegando, por desgracia,
a extremos insospechados. Millones y millones de personas no tienen agua,
carecen de asistencia sanitaria y viven con menos de un euro diario. Generalmente,
estas personas están gobernadas por tiranos y dictadores que, aplicando
políticas estatistas, siguiendo la senda de los Marx, Lenin, Stalin, etc,
impiden el normal desarrollo de la sociedad. Como ya es sabido, estas políticas
sólo buscan rentas del Estado, sobre todo políticas. En estos sitios no hay ni
libre competencia ni libre comercio. Solamente existen críticas contra “el capitalismo salvaje” y contra “la Infame”,
amén de contra otras cosas. Contra el marxismo salvaje que ocasionó hambrunas
gigantescas y dejó a millones de personas en la más absoluta miseria, nadie
dice nada.
Dichas políticas, bajo el eufemístico nombre de políticas sociales, lo único
que consiguen es que tanto el poder económico y político quede concentrado en
las manos del Estado, beneficiando a unos pocos privilegiados. Estas élites no
sufren ni sienten los padecimientos de sus pueblos: hambre, enfermedades,
atropellos a su dignidad, violaciones de su libertad, etc. Toda esta política
intervencionista lo único que genera es miseria y hace que imparables y
gigantescas oleadas de personas se fuguen a Europa, Canadá y EE.UU. Los pobres
del mundo, hartos de tanta mentira repetida hasta el hastío, nunca emigraron a
Cuba, a Corea del Norte, a la destartalada URSS, etc.
Curiosamente, en estos estados totalitarios (“modelos referenciales” para
algunos microcerebros), los conceptos de paz, solidaridad, fraternidad,
derechos humanos, igualdad, etc, son usados con una altoparlante propaganda,
para después pisotearlos y violarlos el nombre del totalitarismo social. No nos
engañemos: el estatismo, el intervencionismo o el socialismo marxista no pudo
ni podrá generar bienestar. La realidad lo ha demostrado. Además, el
determinismo económico marxista es per se un error.
Repasando nuestra hemeroteca, como hacemos de vez en
cuando, encontramos en informe del Banco Mundial de año 2002 que decía que
cuanto más pobre es un país, más dinero cuesta abrir una empresa. Ponía como
ejemplo a Bolivia, en donde se necesitaban 1.484 dólares, de los que 1.200 se
los lleva un abogado por prepararle la solicitud oficial. Caso parecido, según
dicho informe, era el de Nicaragua: 1.025 dólares , de los que el 73 % se los
lleva el papeleo.
Sin embargo, en EE.UU. el asunto era, y es, diametralmente
opuesto: se podía abrir una empresa por 210 dólares, cifra que puede ganar
cualquiera. No hacen falta notarios, abogados, etc. La burocracia es mínima.
Sólo se requiere cubrir un formulario, que puede hacer el propio interesado, y
solicitar el correspondiente NIF, que es gratuito.
Las conclusiones que se sacan de esto, son claras: en unos sitios se ponen
trabas a los emprendedores y en otros no. No olvidemos que estos emprendedores
son los motores del crecimiento económico.
Ahora pasemos al asunto del petróleo. El chantaje y
extorsión que está haciendo la OPEP a Occidente es archisabido: prácticamente
el 43 % del petróleo mundial se produce en los países agrupados en aquella
organización, de los que unos pertenecen o bien a la Liga Árabe o bien a la
Conferencia Islámica. El perjuicio no solamente lo están haciendo a Occidente,
sino al cualquier país que esté intentando su despegue económico, esté donde
esté. Además, el 80 % de las reservas del planeta se encuentran en estos
sitios.
A este cártel del petróleo, dirigido por regímenes
teocráticos islámicos en su gama de dictadores, jeques, príncipes, etc, les
importa un bledo, dos cominos y tres dídimos la pobreza y el atraso de millones
de personas en el mundo. Estos seguidores de Alá, sí que son los verdaderos
representantes del capitalismo salvaje.
A pesar de que en los últimos años se han registrado
notables avances en la disminución de la pobreza, no cabe duda de que se podría
haber avanzado mucho más de no haber existido las políticas estatistas,
centralistas, colectivistas y el chantaje petrolero.
Nota.- Recomendamos leer los comentarios sobre los
libros “La corrupción en la Unión Soviética”, insertados con fecha 2 de
noviembre de 2026; “La nomenklatura. Los privilegiados en la URSS”,
insertado el 14 de junio de 2017, y “La unión Soviética. De la Utopía al
desastre”, insertados el 24 y 26 de febrero de 2018.
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