Como ya saben, Miguel de Unamuno escribió en su día sobre Manuel Azaña lo siguiente:
“Cuidado con Azaña. Es un escritor sin
lectores. Sería capaz de hacer la revolución para que le leyeran”.
En sus “Cuadernos nocturnos” de 5 de noviembre
de 1.931, cuando sólo se llevaban siete meses de República, escribe Azaña:
“Lo peor del Gobierno es hallarse a la
merced de la estulticia de los colaboradores . . .De nada me sirve hacer una
organización si no tengo quien la maneje. Ahora mismo debería destituir a los
tres inspectores generales; pero no tengo con quién sustituirlos. El Consejo
Superior de la Guerra no puede ser provisto de gente capaz”.
Como ya saben también, este personaje republicano
trataba al Ejército con un altivo y arrogante desprecio y desconsideración,
como lo hacía con otras personas e instituciones. Así, por ejemplo, el 16 de
noviembre de ese mismo año decía de sus amigos del Ateneo madrileño:
“En aquella casa no se hacen nada más que
tonterías desde que yo no puedo presidirla personalmente”.
Así era de pedante, vanidoso, fatuo, engreído,
jactancioso, encopetado y presumido este nefasto personaje.
Continuará.
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