Como decíamos en la anterior entrega, en ésta veremos someramente cómo la actitud de Marx sobrevivió a su muerte y al fin del populismo, asunto este que sirvió para que Engels, sucesor del judío, reprochase a los marxistas sus diferencias con los populistas.
Como no podía ser de otra manera, había que derrumbar
la Rusia zarista valiéndose de cualquier revolución, siendo la más
“prometedora” la de los populistas, aunque no tenían ni idea de lo que era el
materialismo histórico. Esto hacía que los marxistas rusos tuviesen que ponerse
a la cola y esperar.
Como siempre, empleando la táctica del engaño y la
adulación, los marxistas seguían esperando su oportunidad, aunque en el fondo
estaban que rabiaban. Se encontraban en una situación de espera de órdenes, lo
mismo que ocurriría en tiempos posteriores con los partidos comunistas
esparcidos por el mundo esperando órdenes de Moscú.
Por otra parte, como también no podía ser de otra
manera, y por mor del fanatismo, la influencia que ejercía el marxismo sobre
Lenin y sus seguidores, no necesitaba de muchas explicaciones. Para ellos el
populismo se había agotado y se encontraba sin fuerza. De nada había servido
las alabanzas a los campesinos, así como sus actos terroristas, siguiendo en
sus trece: destacaban las “virtudes” de
las comunas del campesinado, y prometían la salvación de Rusia del capitalismo
ya que, según ellos, el capitalismo terminaría por ahogar al campo.
En las asambleas de dichas comunas se constataba la
distribución de las tierras, decidiendo quiénes eran los campesinos que tenía
que ir a vivir a la ciudad, coartando la libertad individual. Un desastre.
Por otra parte, el proletariado ruso no tenía las
ventajas que sus homónimos europeos habían conseguido. Pero, claro, esto no lo
sabían, ya que el sistema autocrático lo controlaba todo, como siempre, y no
podían ni criticar no estar en desacuerdo con las afirmaciones y postulados
marxistas.
En estos momentos es cuando aparece Lenin, cruel
personaje que, como para otros marxistas, el marxismo no es solamente un
reflejo del sentimiento revolucionario, sino también parte de una fe total. La
ceguera era casi total.
Este sujeto lanzó terribles diatribas y polémicas
contra los populistas en sus ensayos, entre los que destaca “¿Quiénes son los amigos del pueblo?”, Editorial Siglo XXI, 208 páginas. Fue
publicado en 1894 cuando sólo contaba 24 años de edad.
En la próxima entrega veremos algo sobre dicho ensayo.
Continuará.
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