El sistema de enseñanza que tenemos, que en realidad
es de adoctrinamiento, enseña a los educandos nuestra historia reciente a base
de distorsiones, desviaciones, tergiversaciones, supresiones, omisiones,
hipótesis, suposiciones, intuiciones, etc. Las falsas ideas que se inculcan son
de tal linaje, que incitan y avivan las disputas, los altercados, la reyertas,
las luchas, las broncas, los enfrentamientos, etc, amén de mantener vivos unos
nacionalismos apasionados, ardientes y fanáticos.
También con esto se consigue que los educandos tengan
creencias en vez de entendimiento, lo que hace que la gente joven se crea que
tiene criterios, conceptos, apreciaciones y opiniones seguras y ciertas, sobre
asuntos y cuestiones inciertas, inseguras, dudosas, vagas, etc.
En fin, la verdadera educación tiene que incentivar el
deseo de conocer la verdad, no la certidumbre y el convencimiento de que un
señalado y definido dogma político es el auténtico y certero. Esto lleva a la
debilidad, a la pérdida y a la decadencia intelectual. Lo que tiene que hacer
los educadores es sugerir dudas, siempre y cuando que sean constructivas, y no
la obediencia y sumisión del alumnado a intenciones u designios políticos,
porque entonces caeremos en el adoctrinamiento, como decíamos antes.
Y como dice la coletilla actual, esto es lo que hay.
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