Vamos a “recuperar la memoria
democrática” de su “Sanchidad”. Lo que a continuación leerán, seguro que lo
recordarán, pero, claro, estos “memorieteros” no se acuerdan de ello para nada.
Siempre hubo agoreros dispuestos
a dar lecciones de moral internacional, de geoestrategia, de democracia, etc,
que tenían la tendencia a pronosticar “vietnanes” y “stalingrados” cuando los
EE.UU. participaban, y participan en una guerra: dantescas catástrofes humanitarias, millones
de refugiados y desplazados, etc. Sin
embargo, no existieron pronósticos ni manifestaciones contra Francia, cuando
estuvo implicada en la guerra de Costa de Marfil; ni contra Ruanda, Burundi y
Zimbabwe que agredieron brutalmente al Congo para quedarse con sus recursos,
por poner unos ejemplos.
Tampoco dicen nada de que,
gracias a EE.UU., una vez derrocado Saddam, el partido comunista de Irak publicó
libremente su periódico, “Sendero del Pueblo”, compuesto de ocho páginas. Bajo
la hoz y el martillo, aparecía el titular “El colapso de un dictador”.
Se narraban los abusos de Saddam y se le calificaba de “sangriento dictador
del terrorismo”. En contraposición, se alababa a los turcos del norte de
Iraq, los cuales no estaban bajo la bota del tirano y mantenían alguna célula
del partido. También los grupos religiosos, los chiítas, sacaron sus
periódicos, aunque mostraron su ingratitud por la recuperación de la libertad.
Pero fueron los comunistas los primeros en imprimir.
Conseguir la reconstrucción,
la democracia y el orden en Iraq no va a ser cosa fácil, ya que es un país
heterogéneo y además arruinado por la guerras del tirano.
¿Cuánto tiempo tardó Alemania
en deshacerse de la mentalidad nazi para crear un estado democrático? ¿Cuánto
tiempo se necesitó para que quedase completamente reconstruida y unificada? Si
se mira la parte occidental, poco. Si se mira la oriental muchísimo.
Lo que subyace en todo esto
es la fobia por todo lo que significan los EE.UU: hay que deshacerse de la
presencia norteamericana como sea y donde sea. No se tolera que hayan
permanecido más de medio siglo en Europa para librarla de la amenaza del
Imperio Soviético. Los de la fobia ya sabemos quiénes son: los que se les llena
la boca con la palabra democracia y aspiran a gobernar no en una democracia
auténtica, sino sustituirla por otro tipo de “democracia”, de la que al parecer
aún queda, por poco tiempo, un “modelo referencial”.
Los de la fobia “antiusa”, cuya filiación ideológica es evidente, no
cesaron en denunciar los sufrimientos del pueblo de Iraq: las fibras íntimas de
su sensibilidad humanitaria se estremecían. Sin embargo, mienten. Si les hubiese
importado el pueblo de Iraq, u otros pueblos, ya habrían protestado hace tiempo
ante los horribles y masivos crímenes de Saddam, Castro, Mao, Stalin, Lenin,
etc.. También se preocuparían por el bienestar de las comunidades cristianas en
los países islámicos, que se encuentran en condiciones infinitamente peores que
los musulmanes en los países occidentales ¿O es que en este caso no cabe el
“multiculturalismo identitario”? Pero no
lo hicieron. En una palabra: son falsos e hipócritas, más enemigos de los
EE.UU. que de la guerra. Y algunos son también enemigos de los valores de
occidente, que es el que ha dado al mundo la democracia y el respeto a los
derechos humanos.
Los de la fobia, los justos y
solidarios de profesión, nada tienen que decir sobre Cuba, una dictadura
concentracionaria que llega a límites insospechados, siendo para algunos “el
modelo referencial”, como decíamos antes. Es muy triste que no les importen las personas que
carecen de libertad (los verdaderos condenados de la tierra), ya que su
narcisismo ideológico y su ceguera voluntaria les proporciona un blindaje
contra la realidad.
Así son estos, estas y “estes”
de la fobia, de la repugnancia, del asco, del odio, del aborrecimiento, de la
antipatía . . .
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