Como fácilmente se puede
demostrar con palabras y hechos (en la Guerra Civil Española y en la Revolución de Asturias de 1934,
por ejemplo), el marxismo-leninismo tiene una especial animadversión por la
religión, en especial la cristiana. Sin embargo, curiosamente, en muchos
aspectos se comporta como tal. Tiene un redentor:
Carlos Marx. Tiene apóstoles y
evangelistas: Lenin, Stalin, Mao, Pol Pot, A. Kollontai, Carlos Marighella,
Antonio Gramsci, Rosa Luxemburgo, etc. También tiene gente que, como Saulo, se
han arrepentido: tal sería el caso del exmarxista francés André Frossard,
Carlos Semprún Maura, Regina García García y un larguísimo etc.
Tiene ¡cómo no! el Bien, que es el comunismo; el Mal, todo lo que se oponga a él; el Dogma, los postulados de Marx y Lenin; la Liturgia, las falsas elecciones en
las que ya se sabe de antemano qué partido va a ganarlas; y la Curia, el parlamento
“nomenklaturizado”. Además el marxismo-leninismo tiene una cosa muy chocante:
el unanimismo. Decía el periodista
americano Walter Lippmann que cuando todos piensan igual es que ninguno piensa
mucho. También decía un filósofo, no recordamos cuál, que un individuo puede
equivocarse, la muchedumbre siempre.
En fin, el comunismo ya
sabemos cómo terminó. Decía Jean-François Revel: “Es un deshonor para Occidente que el Muro fuera a fin de cuentas
derribado por las poblaciones sojuzgadas por el comunismo en 1.989 y no por las
democracias en 1.961, como hubiera sido tan fácil que ocurriera”. (“La gran mascarada”, página 31, libro comentado
en este blog con fechas 1, 4 y 6 de febrero de 2.017).
A pesar de que sus carencias
fueron magnificadas por el dogmatismo ideológico, el comunismo ha sucumbido
ante un vendaval que ha puesto en evidencia, con todo dramatismo, que su modelo
económico y su dirigismo colectivista son inviables.
Volviendo al principio sobre
el “personaje más importante del siglo
XX”, ¿puede ser importante una persona que es defensora y representante de
una ideología como la marxista, que es dogmática, intransigente, inservible,
obsoleta, supersticiosa, generadora de miseria, con una visión entre nebulosa,
turbia y polvorienta de la historia, de la sociedad, la política, la economía,
negadora de todo tipo de libertades, etc; que ha empleado la dialéctica de la
mentira y la técnica del golpe de estado desde San Petersburgo, en octubre de
1.917, hasta Camboya, pasando por China, Europa del Este, Cuba, etc; que ha
perseguido, asediado, amenazado, intimidado, provocado, criminalizado y
exterminado a las personas, a las fuerzas sociales y políticas que no se
sometieron a sus presupuestos ideológicos, es decir, lo que dictaba el dogma,
la fe y el partido; que ha desarrollado una labor subversiva llevada a cabo por
autocalificados intelectuales que se han propuesto, durante el siglo XX, “emancipar” a la Humanidad, conforme a
su particular criterio revolucionario, de toda tradición y religión,
especialmente la cristiana; que, aprovechándose de la libertad que existe, por
ejemplo en España, procura censurar y acallar todo disidente de “lo políticamente correcto” o lo
“intensamente contemporáneo”; que, bajo la bandera de la democracia, le
gustaría imponer la dictadura más terrible que jamás haya existido; que, en las
naciones antes mencionadas, ha tenido la oportunidad de hacer algo positivo.
Pero no: se ha limitado a organizar su “defensa”, es decir, instaurar la
represión, la censura, los gulags, etc, como si con tal política se desarrollasen “las fuerzas productivas”, “las fuerzas creativas”, el “hombre nuevo”,
“la nueva civilización que olvide y entierre la creencia antigua” y “el porvenir radiante de la Humanidad”;
que intentó cambiar la Biblia y Roma
por El Capital y Moscú; que bajo el supuesto rigor científico de su
esquema económico y su pretensión de necesidad histórica, ha engañado a
millones de seres con esperanza de una mejor vida; que en vez de narrar los
acontecimientos históricos tal como sucedieron, ha creado un tráfico de
mentiras, crímenes y ocultamientos; que en el experimento social que se
proponía, lo único que hizo fue levantar una estructura de enorme peso, pero
con bases insuficientes y viciosas, ocultas detrás de muros de silencio y
falsificación, y que, por fin, “la causa”
que impulsó y que costó la vida a millones de seres humanos, ha sufrido una
derrota histórica de la mayor envergadura, derrumbándose porque no tuvo en
cuenta que el hombre tiene derechos naturales y anteriores al Estado y que la
persona es un fin en sí misma y no un instrumento más en la maquinaria del
mismo, lo que llevó a la supresión de los cuatro pilares sobre los que se
sostiene una sociedad normalmente constituida: la persona, la familia, la
propiedad y la religión?
Volviendo a lo que decía el
infumable pedante marxista, reseñado en la anterior entrega, cuando afirmaba
que Lenin había sido el personaje más importante del siglo XX, a lo mejor dicho pedante quería decir que Lenin fue el personaje más importante del
siglo XX en cuanto a terror, odio, mentira y crimen. Si así fuese, estaríamos
totalmente de acuerdo con él.
Como decíamos también en la
primera entrega, próximamente comentaremos los libros “El verdadero Lenin. El padre legítimo del Gulag, según los
archivos secretos soviéticos”, autor
Dimitri Volkogónov, Editorial Anaya ᶑ Mario Muchnik, 1996, 451
páginas incluido Indice, con prólogo de Manuel Vázquez Montalbán; “El terror bajo Lenin”, autor
Jacques Baynac, Tusquets Editor, Barcelona 1977, 339 páginas, con bibliografía
incluida; “Conspirador: Lenin en el exilio”, autora Helen
Rappaport, editado por Basic Books, A member of the Perseus Books Group, New
York, 2.010, 384 páginas incluido el Index, y “La tumba de Lenin. Los
últimos días del imperio soviético”, de
David Reminick, Editorial Debate 2011, 863 páginas, incluido Índice
Alfabético. La presente edición en castellano para todo el mundo: Random House
Mondadori ,S.A.
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