Como suele decirse, el miedo
es libre. Hay personas que tienen miedo al barco, otras al avión, otras a los
ratones, etc, etc. Pero hay un tipo de miedo, que vamos a calificar como
político, del que pocos hablan o intentan soslayar. Así hay miedo político en
Cuba, en Corea del Norte, lo hubo en la derrumbada URSS, lo hay en los sistemas
teocráticos coránicos, etc, etc.
Este miedo político ya está
asentado en España. Porque miedo lo siente uno cuando la libertad de expresión
y de prensa están amenazadas; cuando la independencia judicial está
limitadísima; cuando se hace genuflexión ante la amenaza islámica, y cuando la
situación de esta España nuestra está al borde del abismo. Esperamos y deseamos
no dar un paso al frente.
También siente uno miedo
cuando ve que los extranjeros tienen más derechos que nuestros compatriotas. Se
habla mucho de derechos, pero de obligaciones nada de nada.
Por otra parte, también le da
a uno miedo este relativismo moral que nos invade, que hace que veamos bajo espíritu
“democrático”, las aberraciones más repugnantes. Nadie se atreve a rechistar
porque, claro, rápidamente te cuelgan los sambenitos de turno, es decir,
reaccionario, fascista, retrógrado, simpatizante de la conspiración judeto-vaticana,
etc.
La tolerancia (“tiene que
haber de todo”, nos decía una persona para justificar lo injustificable), hace
que los jueces y árbitros de la democracia sean precisamente los enemigos de
ésta. Porque, ¿habrá algo más antidemocrático que los ciudadanos normales no nos
podamos defender de los delincuentes, porque pueden tomar represalias, o cuando
tampoco nos podamos defender porque desconfiamos de los jueces, de las leyes,
de la policía, etc?
Y desde luego se siente miedo
cuando el personal del gobierno es una camada de psicópatas, envueltos en un
narcisismo poco menos que repugnante, que no saben distinguir el bien del mal, amén
de no estar capacitados intelectualmente, además de ser vanidosos, vengativos,
tramposos, mentirosos, envidiosos, manipuladores, falsos, autoritarios, que ponen
a bajar de un burro a sus contrincantes políticos, sin pararse ni un minuto a
un dialogar para resolver problemas, problemas que se solucionan con el abrazo
del oso ¿Se acuerdan?
La que nos espera es gorda.
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