Cuando un Estado es barrido
por el gobierno y cuando el Jefe de este Estado no dice nada, el Estado queda
en estado putrefacto. Consideremos unos pocos asuntos en los que el Estado no
tenía por qué inmiscuirse. A saber:
a).- No debería inmiscuirse
en políticas que favorecen el aborto y la eutanasia que, al fin y a la postre,
desfavorecen la vida. Pero, claro, como al feto lo consideran como un conjunto
de células, la indiferencia estatal está patente. Pero no se dan cuenta que
esta indiferencia puede costar muy cara, ya que como sigamos así no habrá
reemplazo generacional
b).- La politización de la
violencia de sexo (que no de género) está a la vista. No se tiene en cuenta que
un tanto por ciento muy elevado de las víctimas por homicidio son varones del
género masculino. Ustedes ya nos entienden. Sin embargo, cuando las víctimas
son mujeres hembras, ustedes ya nos entienden también, las valoraciones penales
y políticas se consideran de otra manera.
c).- La presunción de
inocencia y la balanza de la justicia desaparecen, cuando los casos de
violencia de sexo son perpetrados por varones masculinos. Ustedes ya nos
entienden de nuevo.
d).- El principio de igualdad
que, como es sabido, no discrimina por razones de sexo, queda totalmente
suprimido y anulado porque antepone el sexo de las personas a sus méritos. La
famosa parida de la “paridad” lo demuestra.
En fin, estos son unos pocos
ejemplos que demuestran el estado putrefacto de nuestro Estado. Estos
experimentos biológicos puede que tengan unas consecuencias desastrosas en un
período de tiempo relativamente corto, al no proteger ni la familia ni la vida.
¿Qué decía “El patrón del
Bribón”, Jefe del Estado, a todo esto? Pues ni mu, ya que en su día sancionó la
ley del aborto.
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