sábado, 13 de abril de 2024

Derecho y respeto


 

Los tres pilares de los derechos humanos de la civilización occidental, basada en el cristianismo, y no en ninguna otra religión, son:

a).- Derecho y respeto a la libertad de pensamiento.

 b).- Derecho y respeto a la libertad de conciencia.

 c).- Derecho y respeto a la libertad de religión. Si cualquier otra cultura o civilización no tiene en cuenta esto, no hay “alianza” que valga, Bobo Solemne.

 Estos derechos y respetos, tan cacareados por los de la internacional de la mentira, del odio y del terror, cuando llegan al poder, desaparecen, como quedó sobradamente demostrado en medio mundo.

 Una vez en la poltrona, y erigidos ya en timoneles, los “mass-media” se encargan, por “lameculismo”, o por obligación, de ensalzarlos, destacando sus grandes condiciones políticas. Razón tenía Sigmund Freud cuando decía aquello de “Cuanto más perfecto luzca uno por fuera, más demonios tiene dentro”. Pero es igual. Les seguirán votando. “El pueblo soberano” tiene que volar, oiga, aunque no se dé cuenta de que le están arrancando las plumas.

 Estos “plumíferos empoltronados”, una vez con las riendas en la mano, les interesan “cuestiones políticas” más convenientes, como pueden ser el fomento de  la violencia, el insulto o la difamación, como sustitutos del diálogo y del intercambio de ideas. Tal parece que están poseídos por una mentalidad panteísta, la cual considera que “la realidad” es como un todo en el que las partes, incluida la persona, son puros accidentes desprovistos de toda autonomía y de toda individualidad. Y así nos luce el pelo. “La realidad” hay que salvarla y guardarla como sea, oiga ¿Y qué sucede cuando se comprueba que las cosas, y las persona, se resisten a ser cambiadas? La respuesta es muy sencilla: aplicación e imposición de la fuerza, que puede degenerar en violencia o terrorismo. Más claro, el agua.

 ¡Ah!, y que a nadie se le ocurra decirles algo para que corrijan sus errores. Se sentirán ofendidos. Su “ego” no tiene límites y está por encima de todo.

 Decía San Agustín que “Los seres humanos son curiosos para averiguar vidas ajenas, y perezosos para corregir la propia”. Esto les viene como anillo, o anilla,  al dedo a los mentados “plumíferos empoltronados”.



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