Los tres pilares de los
derechos humanos de la civilización occidental, basada en el cristianismo, y no
en ninguna otra religión, son:
a).- Derecho y respeto a la
libertad de pensamiento.
b).- Derecho y respeto a la
libertad de conciencia.
c).- Derecho y respeto a la
libertad de religión. Si cualquier otra cultura o civilización no tiene en
cuenta esto, no hay “alianza” que valga, Bobo Solemne.
Estos derechos y respetos,
tan cacareados por los de la internacional de la mentira, del odio y del
terror, cuando llegan al poder, desaparecen, como quedó sobradamente demostrado
en medio mundo.
Una vez en la poltrona, y
erigidos ya en timoneles, los “mass-media” se encargan, por “lameculismo”, o
por obligación, de ensalzarlos, destacando sus grandes condiciones políticas.
Razón tenía Sigmund Freud cuando decía aquello de “Cuanto más perfecto luzca uno por fuera, más demonios tiene dentro”. Pero
es igual. Les seguirán votando. “El pueblo soberano” tiene que volar, oiga,
aunque no se dé cuenta de que le están arrancando las plumas.
Estos “plumíferos
empoltronados”, una vez con las riendas en la mano, les interesan “cuestiones
políticas” más convenientes, como pueden ser el fomento de la violencia, el insulto o la difamación,
como sustitutos del diálogo y del intercambio de ideas. Tal parece que están
poseídos por una mentalidad panteísta, la cual considera que “la realidad” es
como un todo en el que las partes, incluida la persona, son puros accidentes
desprovistos de toda autonomía y de toda individualidad. Y así nos luce el pelo.
“La realidad” hay que salvarla y guardarla como sea, oiga ¿Y qué sucede cuando
se comprueba que las cosas, y las persona, se resisten a ser cambiadas? La
respuesta es muy sencilla: aplicación e imposición de la fuerza, que puede
degenerar en violencia o terrorismo. Más claro, el agua.
¡Ah!, y que a nadie se le
ocurra decirles algo para que corrijan sus errores. Se sentirán ofendidos. Su
“ego” no tiene límites y está por encima de todo.
Decía San Agustín que “Los seres humanos son curiosos para
averiguar vidas ajenas, y perezosos para corregir la propia”. Esto les
viene como anillo, o anilla, al dedo a
los mentados “plumíferos empoltronados”.
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