Parece que en
el frontispicio de esta socialdemocracia a la española figuran la igualdad, el
progreso, la solidaridad y la cultura. Estos cuatro conceptos, bien entendidos
y bien llevados a la práctica, serían dignos de todo encomio y loa.
Esta ansia igualitaria lleva a no saber distinguir entre cosas y conceptos distintos. Así, se iguala a un tenor de ópera y a uno que berrea y patea guitarra en mano, sin querer contemplar que ambos son distintos, llegando al gran error de que lo que es distinto ya no es igual. Así lo entienden los representantes de la cultura, y en algún caso, de la “kurtura”. Si no se aceptan las jerarquías de las cosas, es que estamos ante una perversión sin nombre, porque si todo es igual, ¿por qué hay distintos ministerios, señores progresistas? Si se pretende nivelar “culturalmente” la ópera y la zarzuela con el cante “jondo”, por ejemplo, y el hombre con la mujer, sin tener en cuenta lo distinto de ambos casos, entonces no se podrá discernir cabalmente sobre otras cuestiones más peliagudas.
Probablemente el mensaje subliminal que nos quieren transmitir con esto, es que
“culturalmente” todas las religiones son iguales, aunque con una se sea más
benevolente que con otras. Ustedes ya nos entienden: de una religión, a la que
se intenta desgastar y menospreciar, salieron las bases del respeto humano, el
perdón, la caridad, la convivencia pacífica, la música sacra, catedrales, etc,
etc. Mientras que de otras, que rezuman discriminación de la mujer, odio y
violencia por doquier, se la permite “actuar”
Por otra parte, los partidarios y benefactores de este “igualitarismo”, también
pretenden la igualdad y unidad de sexos, a la vez que también pretenden y
proponen la división de la Patria, utilizando todo tipo de argucias y
estrategias, como pueden ser la “kurtura”, el mestizaje, inmigrantes sin
papeles, terroristas en libertad, etc, etc. Es decir, el sexo y las razas no
existen para esta gente. Y cuando hablamos de razas, hablamos de diferencias,
no de desigualdades. Pero, claro, esto no lo comprenden los “acusmáticos
pitagóricos” de lo políticamente correcto.
Después están los adjetivos que se emplean para estos menesteres,
descalificando e insultando a los que emplean otros. Así, el hombre blanco es
distinto al hombre negro. Ni inferior ni superior. Distinto. Y son distintos
porque sus pasados culturales e históricos son asimismo distintos. Pero, ¡ah!,
emplear el adjetivo “negro”, ya no está bien visto: hay que decir
“afroamericano” o “subsahariano”, oiga, como si al emplear tales adjetivos el
negro va a ser menos negro. Los indios hablaban del hombre blanco.
También se habla de la igualdad de culturas, y nos mencionan con machaconería a
los incas y mayas. Indudablemente que fueron grandes culturas, pero en este
caso sí hay que hablar de superioridad: ¿por qué fueron los europeos los que
conquistaron América y no al revés?
Para finalizar, habría que preguntar a estos políticos progres, por qué
se desplazan en lujosos automóviles y aviones, y usan telefonía móvil e
Internet para comunicarse, mientras que muchos negros aún se desplazan con
lianas y usan el tan-tan.
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