Como ya saben, el poder
omnímodo no tiene límites ni oposición, lo que trae como consecuencia que toda
aquella persona que lo tenga, impone su voluntad, amén de proceder de forma armoniosa y conveniente con los intereses
de su banda.
Dicho lo anterior, hay
trabajos, oficios, quehaceres, actuaciones, profesiones, etc, en los que los
frutos y consecuencias de éstos sólo los sufren los actores. Pero hay otros,
los más, que son “exportables” y los
citados frutos, consecuencias, y también efectos, recaen en terceros y, lo que
es peor, muchas veces contra su voluntad.
Se podrían poner muchos
ejemplos de esto que decimos. No hay más que echar un vistazo a los ciertos
“mass-media” y a ciertas televisiones que, enchufadas y conectadas a todas
horas al omnímodo poder, hacen que los receptores sufran las consecuencias
previstas y señaladas en el panel ideológico.
Tal panel ideológico se
encarga, entre otras muchas cosas, y a través de sus domesticados portavoces
trompeteros, orates y vates de nómina y sueldo, de decir auténticas
barbaridades y barrabasadas, contra los americanos, contra la derecha, contra
el PP, contra la Iglesia Cristiana, que no contra las iglesias, etc., mientras
que por otra parte los citados trompeteros y vates también dicen verdaderas barbaridades, pero mintiendo,
sobre Cuba, sobre la alianza de civilizaciones, sobre Chávez, sobre Evo Morales
o sobre Nicolás Maduro. Con esto se consigue que esas mentiras que cuentan,
narradas con “análisis científicos”, que diría un pedante marxista infumable,
vayan calando poco a poco en el pueblo soberano hasta considerarlas como
verdades porque el asunto es de “sentido común”.
Y para que este “sentido
común” sea lógico y bien visto, se recurre a la mentira, y si es preciso, a la
violencia, tanto verbal como física.
En fin, el que quiera
entender, que entienda.
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