lunes, 8 de abril de 2024

“El furor y el delirio” ( I )


 

El título completo del libro es “El furor y el delirio. Itinerario de un hijo de la Revolución cubana”, de Jorge Masetti, Tusquets Editores, S.A., primera edición marzo de 1.999, 298 páginas, incluido índice onomástico.

Vamos a comentar algo sobre este libro de Jorge Masetti, un colaborador directo de Fidel Castro que se desengañó del sistema comunista y del dictador.

Esta obra nos cuenta de primera mano los crímenes y asesinatos del régimen cubano, no solamente contra la disidencia, sino también contra propios militantes y colaboradores directos de Fidel Castro, como fueron, entre otros, Arnaldo Ocho y Tony de la Guardia.

Nos narra también el brutal lavado de cerebro a que era sometido el pueblo cubano. Así, en las páginas 29 y 30 se puede leer:

“La prensa, la televisión y los carteles en las paredes lanzaban sin cesar consignas revolucionarias.

¡Crear dos, tres, muchos Vietnam!

¡El primer deber de todo revolucionario es hacer la revolución!.¡Hacer de la cordillera de los Andes la Sierra Maestra de la América Latina!

Los guerrilleros sustituyeron a cualquier otro personaje en los juegos infantiles de mi generación. Todo el pueblo cubano seguía con entusiasmo y pasión el desarrollo de la lucha guerrillera en el continente. La imagen del Che estaba presente en el quehacer cotidiano de cada cubano y lo estimulaba al esfuerzo y al sacrificio. Ya antes de morir había comenzado a convertirse en mito humanamente inigualable”.

Fíjense ustedes lo contradictorio de estas últimas líneas, con la propaganda que se expandía, y se expande, por todo el mundo poniendo al régimen cubano como guardián de los valores morales y de la paz. El fanatismo y el lavado de cerebro, llevó a decir a un pedante infumable marxista que “Fidel Castro era una personalidad histórica”. Decir esto de un criminal, de un asesino, de un cínico y de un mentiroso, tiene muchos dídimos.

Nos habla Masetti, página 25 y otras, “las proyecciones privadas que realizaba el ICAIC todos los domingos para los hijos de los dirigentes”. A estas proyecciones asistía acompañado del hijo del comandante Piñeiro, otro héroe de la revolución. (De este personaje transcribiremos en el próximo artículo lo que dice Masetti en las páginas 287 y 288).

Conviene recordar aquí que el ICAIC era el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica, que había sido creado a los tres meses de implantarse la dictadura de Castro, es decir, en marzo de 1.959.

Nos cuenta Masetti con brutal sinceridad, cómo vivía una vida cómoda, disfrutando de una alimentación excelente, además de disponer del dinero suficiente para satisfacer todo tipo de caprichos. Mientras él, y la nomenklatura del partido vivían en la opulencia, por el contrario al pueblo se le exigía todo tipo de sacrificios, a la vez que machaconamente se le inculcaban los valores de la revolución.

Sobre las ejecuciones de Ochoa y Tony de la Guardia, escribe Masetti en la página 273:

“Mucho se ha elucubrado sobre las razones del juicio y voluntad de Fidel de ejecutar a Ochoa y a Tony. Mirando atrás, rememorando detalles, hoy percibo con nitidez que, verdaderamente, a Tony lo conduce al pelotón de fusilamiento su amistad con Arnaldo Ochoa. El objetivo de Fidel Castro era Ochoa, pero necesitaba un argumento y éste se lo dio el narcotráfico, actividad que desarrollaba Tony. Patricio no estaba relacionado con la droga, pero les sirvió para demostrar cierta ecuanimidad en las decisiones; por eso deciden dejarlo vivo: a Fidel no se le escapa ningún detalle. Ochoa era el objetivo primordial por tratarse de un general descontento y el de mayor prestigio en el ejército, pero Fidel sabía con certeza que la mistad estrecha que los unía a los tres – a Ochoa, a Tony y Patricio - , tarde o temprano, si ya no era así, se convertirían en un núcleo de oposición peligroso por el nivel de formación técnica que poseían , por la experiencia y el ascendiente que tenían sobre la tropa. Fidel sabía que se avecinaban momentos de crisis graves en Cuba, que hasta podrían degenerar en rotes de desacato a la autoridad máxima. Fidel le demostraba así al ejército que si él se atrevía a fusilar al general más popular, héroe de la revolución, y a los oficiales encargados de misiones especiales, ya podrían ir imaginando lo que sucedería al resto de los oficiales en caso de que se atrevieran a expresar la menor opinión crítica”.

Continuará.



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