miércoles, 10 de abril de 2024

Democracia


 

Como ya hemos dicho varias veces, la palabra democracia es una de las más recurrentes y manidas, a la que se menciona con una alegría extrema.

Como ya es sabido, esta palabra la empezaron a utilizar los griegos 500 años a.de C., y se deriva de “demos”, pueblo, y de “kratos”, poder o gobierno, queriendo decir con esto que es el gobierno del pueblo.

 Tal concepción ha ido cambiando al transcurrir el tiempo, hasta llegar a estas presentes democracias que no se parecen en nada a la originaria griega, que se basaba en lo que podría llamarse una democracia “directa”, en la que los ciudadanos, mediante asambleas, tomaban las decisiones oportunas sin haber, por tanto, representantes o intermediarios que interviniesen o decidiesen en nombre de esos ciudadanos.

 Un defensor relativamente moderno de este tipo de democracia fue, como es sabido, Juan Jacobo Rousseau. Así lo afirma en su obra “El contrato social”. También son partidarios de esta forma de democracia los anarquistas y algún que otro izquierdista que se aprovechan del momento coyuntural para conseguir sus fines.

 En contraposición a esto, las democracias que ahora existen ejercen su poder por la “representatividad” que, según dicen, es el pueblo el que elige a sus representantes, que serán los que tomen las decisiones oportunas de los representados. Esto es una gran mentira, porque es también sobradamente sabido que son los partidos quiénes eligen a esos representantes o candidatos, con lo que los ciudadanos se convierten en votantes y no en electores y hace que el pueblo no intervenga para nada en los asuntos del gobierno.

 Todo esto hace que el pueblo soberano está hasta el moño de muchas cosas como pueden ser, por ejemplo, la presencia en partidos e instituciones de politiqueros arribistas que se arriman al sol que más calienta sin tener ni puñetera idea de nada. O ver cómo determinadas personas corruptas, y algunas procesadas, campan por sus respetos por este solar patrio totalmente impunes.

 Otra cosa que hace que el pueblo esté también hasta el moño, es que se niegue contundentemente el cambio de la ley electoral, precisamente para dejar de ser votantes y convertirse realmente en electores.

 También estamos hartos de que nos digan que hay igualdad de oportunidades, cuando es mentira también, estando también hartos de que no se respeten el honor y la intimidad, y otras cosas más.

 Y para terminar, diremos que la democracia jamás podrá existir si la moral  pública no es considerada como el máximo valor y exponente de un Estado. Se convertirá, como está pasando actualmente, en una máquina monstruosa ideada para captar votos y engañar a ingenuos.



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