lunes, 22 de abril de 2024

El Spuknik


 

Los que ya peinamos canas, nos acordamos del lanzamiento del primer satélite artificial realizado por la URSS el 4 de octubre de 1957. Como no podía ser de otra manera, este evento sirvió, como de costumbre, para el despliegue de toda la parafernalia propagandística comunista. Como siempre, vamos a “recuperar la memoria histórica” sobre este asunto, oiga.

Como recordarán, el mundo occidental quedó un tanto estupefacto, ya que se preguntaba que cómo era posible que la tecnología soviética hubiese logrado aquel éxito. Lo cierto es que los verdaderos autores y diseñadores de aquel evento fueron los alemanes.

Cuando en 1945 se terminó la Segunda Guerra Mundial, y los EE.UU. y la URSS ya estaban sobre la desmoronada Alemania nazy, los norteamericanos dieron con unas fábricas ubicadas en túneles, en las que se habían construido los temibles misiles balísticos V-2, que fueron empleados por los alemanes contra Bélgica y contra Inglaterra.

Como recordarán, una vez terminada dicha guerra, tuvo lugar la operación llamada “Osoaviakhim”, en la que la URSS, junto con su terrible y temible organización NKVD (luego KGB), se encargó de llevarse a muchos técnicos alemanes para que les enseñasen sus avanzadas tecnologías.

El asunto ya venía desde febrero de 1945 con el acuerdo de Yalta, en el que se disponía que la URSS del criminal de Stalin se quedaría con casi toda la industria alemana.

Ni qué decir tiene que los técnicos alemanes enseñaron a los rusos todo lo que sabían, lo que hizo que en 1950 la Unión Soviética ya tenía el primer supercohete con una capacidad de vuelo de unos tres mil kilómetros.

El que fuera presidente de las Academias de Ciencias de la URSS, Leonid Ivanovitch Sedov, al que la propaganda soviética tildaba como el ingeniero primordial y trascendental que estaba detrás del plan y proyecto “Sputnik”, se burló en su día ante varios ingenieros estadounidenses, diciendo que ellos, los soviéticos, no construían y fabricaban “cáscaras vacías”, refiriéndose a los “Explorer” y “Vanguard” americanos.

Como se imaginarán, si este tipo Sedov hubiese dicho la verdad, es decir,  que los logros soviéticos fueron gracias a los científicos alemanes, su vida hubiese durado menos que lo que paraba el tren en la estación de Peñamiel.

Como decíamos al principio, este asunto del “Sputnik” sirvió para desplegar, como siempre, la propaganda comunista. Así, por ejemplo, en aquel mismo año 1957 Kruschef decía que la URSS rebasaría a los EE.UU. en la producción de comestibles: “¡Veremos quién come mejor!”, dijo.

Varios años antes, y con motivo de los “planes quinquenales”, concretamente en el de 1946-1950 ya se decía que se iba a “crear una abundancia de artículos de consumo, principalmente víveres”.

Posteriormente, en 1953, el PCUS prometía “en los dos o tres años venideros, nuestro país tendrá abundancia de carne, leche, mantequilla, huevos y otros productos”.

Los engaños de Kruschef continuaban. En 1962, siendo aún Presidente del Consejo de Ministros, decía que la agricultura de la Unión Soviética, “dejaría atrás a la de EE.UU.”, pero para el año 1970.

En fin, así eran y son: cínicos y mentirosos, amén de otras muchas cosas. Todas estas promesas, y otras, lo que dejaron fueron 145 millones de pobres. Así se derrumbó el sistema. Ni “Perestoika”, ni “Glasnost” ¿Se acuerdan?



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