Los que ya peinamos canas, nos acordamos del
lanzamiento del primer satélite artificial realizado por la URSS el 4 de
octubre de 1957. Como no podía ser de otra manera, este evento sirvió, como de
costumbre, para el despliegue de toda la parafernalia propagandística
comunista. Como siempre, vamos a “recuperar la memoria histórica” sobre este
asunto, oiga.
Como recordarán, el mundo occidental quedó un tanto
estupefacto, ya que se preguntaba que cómo era posible que la tecnología
soviética hubiese logrado aquel éxito. Lo cierto es que los verdaderos autores
y diseñadores de aquel evento fueron los alemanes.
Cuando en 1945 se terminó la Segunda Guerra Mundial, y
los EE.UU. y la URSS ya estaban sobre la desmoronada Alemania nazy, los
norteamericanos dieron con unas fábricas ubicadas en túneles, en las que se
habían construido los temibles misiles balísticos V-2, que fueron empleados por
los alemanes contra Bélgica y contra Inglaterra.
Como recordarán, una vez terminada dicha guerra, tuvo
lugar la operación llamada “Osoaviakhim”, en la que la URSS, junto con su
terrible y temible organización NKVD (luego KGB), se encargó de llevarse a
muchos técnicos alemanes para que les enseñasen sus avanzadas tecnologías.
El asunto ya venía desde febrero de 1945 con el
acuerdo de Yalta, en el que se disponía que la URSS del criminal de Stalin se
quedaría con casi toda la industria alemana.
Ni qué decir tiene que los técnicos alemanes enseñaron
a los rusos todo lo que sabían, lo que hizo que en 1950 la Unión Soviética ya
tenía el primer supercohete con una capacidad de vuelo de unos tres mil
kilómetros.
El que fuera presidente de las Academias de Ciencias
de la URSS, Leonid Ivanovitch Sedov, al que la propaganda soviética tildaba
como el ingeniero primordial y trascendental que estaba detrás del plan y
proyecto “Sputnik”, se burló en su día ante varios ingenieros estadounidenses,
diciendo que ellos, los soviéticos, no construían y fabricaban “cáscaras vacías”, refiriéndose a los
“Explorer” y “Vanguard” americanos.
Como se imaginarán, si este tipo Sedov hubiese dicho
la verdad, es decir, que los logros
soviéticos fueron gracias a los científicos alemanes, su vida hubiese durado
menos que lo que paraba el tren en la estación de Peñamiel.
Como decíamos al principio, este asunto del “Sputnik”
sirvió para desplegar, como siempre, la propaganda comunista. Así, por ejemplo,
en aquel mismo año 1957 Kruschef decía que la URSS rebasaría a los EE.UU. en la
producción de comestibles: “¡Veremos
quién come mejor!”, dijo.
Varios años antes, y con motivo de los “planes
quinquenales”, concretamente en el de 1946-1950 ya se decía que se iba a “crear una abundancia de artículos de
consumo, principalmente víveres”.
Posteriormente, en 1953, el PCUS prometía “en los dos o tres años venideros, nuestro
país tendrá abundancia de carne, leche, mantequilla, huevos y otros productos”.
Los engaños de Kruschef continuaban. En 1962, siendo
aún Presidente del Consejo de Ministros, decía que la agricultura de la Unión
Soviética, “dejaría atrás a la de EE.UU.”,
pero para el año 1970.
En fin, así eran y son: cínicos y mentirosos, amén de
otras muchas cosas. Todas estas promesas, y otras, lo que dejaron fueron 145
millones de pobres. Así se derrumbó el sistema. Ni “Perestoika”, ni “Glasnost”
¿Se acuerdan?
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