jueves, 18 de abril de 2024

El exilio


 

Cuando se habla del exilio, todo el mundo piensa en los que se marcharon de España al venir el régimen de Franco. Esto es una verdad a medias, ya que hubo muchos  insignes españoles, verdaderamente republicanos, que huyeron por culpa de la persecución a que fueron sometidos por parte de aquel gobierno republicano, que nada tenía que ver con una verdadera República, y sí con  un régimen de corte marxista. Tales serían los casos, por poner unos pocos, de Marañón, Ortega y Gasset o Pérez de Ayala, verdaderos padres de la República que, secuestrada por el comunismo y el socialismo revolucionario, se decidieron por el exilio.

Entre 1.937 y 1.939 estos tres intelectuales se intercambiaron unas cartas, que recuperamos después de revolver, como hacemos con relativa frecuencia, en nuestra hemeroteca. Dichas cartas figuran en “El Cultural” del diario “El Mundo”, publicado en abril de 2.001.

Vamos a transcribir textualmente parte de estas cartas en las que se habla de “torpeza bárbara” de unos y de “incapacidad cerril” de los otros.

Marañón escribe el 24 de octubre de 1.937, desde Marbeuf (Francia), una carta  a Pérez de Ayala, en la que se puede leer:

“Estos días han sido de gran emoción por la caída de Asturias; más importante por ser índice de la debilidad de la retaguardia, que por la inferioridad militar, ya evidente, de los rojos. Las impresiones de la gente que viene del lado blanco, son de magnífico optimismo, aunque envueltas en esa constante mentira comunista, que es lo más irritante de los rojos”.

El 2 de diciembre de 1.938, vuelve Marañón a escribir a Pérez de Ayala:

“Por aquí todo igual. Estuvo Indalecio Prieto y se fue. El ladino Sebastián Miranda no cuenta sino a medias lo que habló con él. Se va a Chile. Alvarez del Vayo a New York. De allí (de Barcelona) tengo malas noticias, aunque Marcelino Domingo (ministro de la República) de aquí, que es De Monzie, les envía fluido eléctrico desde Andorra. Es idiota, que viendo en su propia carne lo que es el comunismo, aún ayuden a aquello, que es más comunista que nunca”.

El 13 de febrero de 1.939, otra de Marañón al mismo destinatario:

“¿Qué te parece la chulapería de Negrín? ¡Qué gentes! Todo es en ellos latrocinio, locura y estupidez. Han hecho hasta el final, una revolución en nombre de Caco y Caca”.

Un mes más tarde, vuelve Marañón a contestar a Pérez de Ayala:

“¡Qué asco, qué asco! Tendremos que estar varios años maldiciendo la estupidez y la canallería de estos cretinos criminales, y aún no habremos acabado ¿Cómo poner peros, aunque los haya, a los del otro bando?

En la misma carta dice que “Negrín es un bandolero”. Y sigue:

“Horroriza pensar que esta cuadrilla hubiera podido hacerse dueña de España. Sin quererlo siento que estoy lleno de resquicios por donde me entra el odio, que nunca conocí. Y aún es mayor mi dolor por haber sido amigo de tales escarabajos; y por haber creído en ellos ¡No merecemos que nos perdonen!”

Y terminamos con una carta que el 17 de marzo de 1.939, le escribe Pérez de Ayala a Marañón. Entre otras cosas dice:

“Lo que nunca pude concebir es que hubieran sido capaces de tanto crimen, cobardía y bajeza. Hago una excepción. Me figuré un tiempo que Azaña era de diferente textura y tejido más noble. No podía contar yo con que la ausencia de la hormona testicular estragase hasta tal punto una buena inteligencia natural. En Octubre del 34 tuve la primera premonición de lo que verdaderamente era Azaña. Leyendo luego sus memorias del barco de guerra – tan ruines y afeminados – me confirmé. Cuando le vi y hablé, siendo ya presidente de la República, me entró un escalofrío de terror al observar su espantosa degeneración mental, en el breve espacio de dos años, y adiviné que todo estaba perdido para España, con aquella gente”.

En fin, esto es, de forma muy somera y reducida, el concepto que tenían estos tres verdaderos republicanos de aquellos personajes que querían implantar una república en España de corte marxista,  como ya hemos dicho antes.

Pero, claro, oiga, este es el “vínculo luminoso” de Su Sanchidad.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Archivo del blog