El título completo del libro es
“La obsesión antiamericana. Dinámica,
causas e incongruencias”, escrito por Jean-François Revel, Ediciones Urano,
S.A. 2003, 247 páginas.
Genéricamente se puede decir
que el tema central del libro es el odio y el resentimiento irracional,
alimentados por el marxismo, el islamismo y el neototalitarismo, que se tiene a
Estados Unidos
De la lectura de este
magnífico libro, como todos los de Revel a nuestro juicio, se pueden hacer un
montón de consideraciones que expondremos en varias entregas. Vamos a
transcribir un párrafo que pertenece al Capítulo I intitulado “Exposición de motivos”, que figura en
la página 23. Dice así:
“En la esfera del antiamericanismo, el grado máximo de
degradación intelectual - ni siquiera
menciono la ignominia moral, que produce hastío, hablo sólo de incoherencia de
las ideas – se alcanzó en septiembre de 2001, después de los atentados contra
las ciudades de Nueva York y Washington. Pasado el instante de la primera
emoción y de las condolencias, en muchos puramente formalistas, se empezó a
representar aquellos actos terroristas como una réplica al mal que, al parecer,
causaban los Estados Unidos al mundo. Esa reacción fue, en primer lugar, la de
los países musulmanes, pero también e dirigentes y periodistas de ciertos
países de África subsahariana, todos los cuales no son de mayoría musulmana. Se
trataba de la evasiva habitual de sociedades en quiebra crónica, que han
fracasado completamente en su evolución hacia la democracia y el crecimiento y
que, en lugar de buscar la causa de su fracaso en su propia incompetencia y su
propia corrupción, acostumbran a imputarlo a Occidente de forma general y a los
Estados Unidos en particular. Pero, aparte de esos casos clásicos de ceguera
voluntaria aplicada a uno mismo, también en la prensa europea, sobre todo en la
francesa, naturalmente, entre los intelectuales y algunos políticos, no sólo de
izquierda, sino también de derecha afloró al cabo de unos días la teoría de la
culpabilidad americana”.
En cuanto al odio musulmán,
nos dice Revel en las páginas 103 y 104, dentro del Capítulo 4 intitulado ¿Por qué tanto odio? . . . ¡Y tantos
errores!, lo siguiente:
“La más grosera de esas mentiras por parte de los
musulmanes consiste en justificar el terrorismo islámico atribuyendo a América
una hostilidad antigua y general para con ellos. Ahora bien, en el pasado
lejano o cercano, los Estados Unidos han perjudicado, sin comparación posible,
muchos menos a los países musulmanes que el Reino Unido, Francia o Rusia. Estas
potencias europeas con frecuencia los han conquistado, ocupado o incluso
oprimido durante decenas de años y a veces más de un siglo. En cambio, los americanos
nunca han colonizado a un país musulmán. No son más hostiles al Islam, en
cuanto tal, en la actualidad. Muy al contrario, sus intervenciones en Somalia,
en Bosnia, en Kosovo, como también sus presiones al Gobierno macedonio fueron –
y van – encaminadas a defender minorías islámicas”
En el mismo párrafo sigue
Revel:
“La coalición de veintiocho países contra el ejército
iraquí en 1991 no ponía la mira en Sadam Husein en cuanto musulmán, sino en
cuanto agresor. Por lo demás, aquella coalición se formó a solicitud de Arabia
Saudí, inquieta por la amenaza que el dictador de Bagdad representaba para ella
y para todos los emiratos. Así, pues, podemos señalar que en aquel caso los
Estados Unidos y sus aliados defendieron,
también entonces, a un pequeño país musulmán, Kuwait,, contra un tirano que
era, por su parte, muy poco musulmán, ya que Iraq es en teoría laico y Sadam no
tiene reparos en hacer matanzas con armas químicas de chiítas del sur de su
país y kurdos del norte, también musulmanes. Así, pues, resulta curiosos que
los musulmanes americanófobos no ven ningún inconveniente en que Iraq, cuya
población es mayoritariamente musulmana, ataque a otros musulmanes, a Irán
primero en 1980 y después a Kuwait en 1990, según los procedimientos del
imperialismo belicista más primitivo. También en Argelia, desde 1990, son musulmanes
los que cometen matanzas de otros musulmanes. ¡Qué extraño resulta que los
supuestos defensores de los pueblos musulmanes no se escandalicen de ello lo
más mínimo!”
Continuará.
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