Como y saben, tal día como hoy 14 de abril, pero de
1931, se instauró en España la Segunda República. La propaganda de tal hecho
fue aplastante. Ese mismo día, en el periódico “El Socialista” se leía lo
siguiente:
“Las
elecciones municipales fueron una gloriosa jornada triunfal para la República y
el Socialismo”.
El periódico “La Voz” de esa misma fecha publicaba:
“España
dueña de sus destinos ¡Viva la República española! El nuevo régimen viene puro
e inmaculado, sin traer sangre ni lágrimas”.
Lo que omite “El Socialista” es que esas elecciones
fueron una auténtica trampa y mentira, ya que fueron elegidos 5.775 ediles
republicanos, mientras que los monárquicos conseguían 22.150. Pero, claro,
oiga, como en las capitales de provincia el resultado fue favorables a los
“republicanos”, esto era lo que valía.
Las trampas fueron de tal envergadura que un concejal
del PSOE de Madrid, llamado Andrés Savorit Colomer, logró que votaran por este
partido miles de personas difuntas. De este “pucherazo” nada se comenta.
Además, ¿qué tiene que ver una verdadera República con
el socialismo? ¿Acaso no fueron los socialistas y comunistas los que la
destruyeron? ¿Por qué no dice nada dicho periódico, y los demás de su mano, de
unas declaraciones hechas por un verdadero socialista como fue Julián Besterio
cuando manifestó que dicha República “fue
una mentira del tamaño del Himalaya”? ( I )
Lo de “sin traer
sangre ni lágrimas” tiene bemoles la cosa. Precisamente estos
rojo-republicanos, no los verdaderos republicanos, al mes siguiente comenzaron
a prender fuego a iglesias y conventos, aunque un pedante marxista infumable,
decía que era obra de la oligarquía para desestabilizar la República. Mayor
mentira y majadería no se puede escribir.
También hubo asesinatos e incendios de periódicos,
todo ello promovido por la izquierda
Azaña, en sus “Memorias
políticas y de guerra”, Afrodisio Aguado, S. A. , Ediciones, Río Saja,
Madrid, 1976, cuenta que “la multitud,
como consecuencia de los incendios de mayo del 31, apaleaba a algunos supuestos
derechistas, y a uno ya caído en el suelo se le acercó un sujeto y le
descerrajó un tiro. El agresor se retiró tranquilamente”. Lo grave del asunto, aparte de este vil
asesinato, era que Azaña estaba en Gobernación, a menos de cien metros. Podía
haber enviado a la fuerza pública para evitarlo, pero . . . oiga, estos
“incidentes” eran alborotos espontáneos, según cuentan los historieteros
paniaguados que pululan por algún que otro periodiquín “independiente”.
Antes estos hechos, y otros igualmente graves, la
prensa “democrática” de aquella república, salvo excepciones, reaccionaba como
sigue. Así, “El Socialista” decía el 12 de mayo de 1931:
“La
reacción ha visto ya que el pueblo está dispuesto a no tolerar. Han ardido los
conventos: ésa es la respuesta de la
demagogia popular a la demagogia derechista”.
“El
Crisol”, simpatizante de Azaña, decía el 14 de mayo del mismo
año:
“Si
hablamos con sinceridad, como exige nuestra conciencia y el bien de la
República, los incendiarios prestaron el día 11 un servicio muy estimable”.
Otro periódico,
“Época”, que se podía considerar como de izquierda moderada, decía el 16 de
mayo, dando consejos a la derecha:
“Callen y aguanten. La vida es así. Y hay que
aceptarla como es… es temerario provocar al pueblo, que es noble e hidalgo;
pero cuando se le acosa en exceso, se sacude la melena y da enormes zarpazos”.
Como se puede ver, esta era la república, y no la
República. Una república excluyente y que querían implantar unos pocos.
¡Ah!, tampoco se dice nada que se quemaron más de
100.000 libros de autores como Calderón de la Barca, Quevedo, Lope de Vega y un
largo etc., quemando también pinturas de Velázquez, Zurbarán, Murillo, etc.,
produciéndose asimismo asaltos, robos, atracos, saqueos, etc.
También “sacaron a la luz” cadáveres de religiosas,
paseándolas y haciendo todo tipo de mofas y burlas.
¿Y qué hacían las “fuerzas de seguridad” ante todos
estos desmanes? Pues nada: impasible el ademán.
¿Era esta la España “dueña de sus destinos”, o sería el destino que querían implantar
los de la internacional de la mentira, del odio y del terror?
¿Era este el “vínculo luminoso” que decía Su
Sanchidad?
( I ).- Próximamente
comentaremos el libro “El Himalaya de mentiras”, autor Laureano Benítez
Grande Caballero.
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