Se habla constantemente del “Estado del bienestar”.
Pero para conseguir esto, lo primero que hay que construir es una verdadera
sociedad que esté basada, entre otras cosas, en el orden, en el respeto y en la
libertad. Si esta sociedad no deja de hablar de hombres y mujeres en vez de
personas, llegamos a la desastrosa situación en la que estamos inmersos en esta
destartalada España. Por otra parte, si dicha sociedad no aprende de las
lecciones de la Historia, y se dedica a tergiversarla y a borrar lo que
interesa a algunos, algunas y “algunes”, creando mentiras y engaños que
emocionen, entonces apaga y vámonos.
Una de las cosas por las que hay que empezar es por el
cambio de valores en el terreno de la economía, y en otros terrenos, con el objeto de dar paso al verdadero bien
común que empieza por la actividad de personas, no de hombres o mujeres.
Como es lógico, cualquier régimen político está sujeto
a cambios más o menos frecuentes. Si a esto no se hace caso y lo que se busca y
se pretende es ajustarlo y empotrarlo dentro de una “categoría” ya establecida,
los resultados obtenidos no serán buenos. Las nocivas consecuencias de ese
sistema en el que se quiere empotrar al Estado están a la vista. El ideario
político de carácter dogmático que tenemos en estos momentos, así lo demuestra.
Ahí están las políticas “colectivistas” que nos quieren imponer que nada quieren saber de los verdaderos valores
humanos. Un Estado que está basado en una determinada ideología decimonónica y
trasnochada, y que nada quiere saber del acontecer personal de la sociedad,
terminará derrumbándose.
Se habla mucho de “pluralismo político”, aunque está
sobradamente demostrado que esto no es cierto. Ahí están las discrepancias, los
insultos, las mentiras, los bulos, los “camios de opinión”, etc, de los
politicastros apoltronados, que nada tienen que ver con una verdadera élite
política con un mínimo de tolerancia. Si a esto unimos la escasa o nula
ilustración del “pueblo soberano”, amén de las discusiones y de las intrigas
políticas marcadas por la corrupción, amén también de la vacuidad en los
debates parlamentarios, el asunto ya no tiene nombre.
En fin, mientras existan en la sociedad movimientos de
corte comunista, socialista o anarquista, no habrá nada que hacer.
Continuará.
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