martes, 9 de abril de 2024

El verdadero Estado ( I )


 

Se habla constantemente del “Estado del bienestar”. Pero para conseguir esto, lo primero que hay que construir es una verdadera sociedad que esté basada, entre otras cosas, en el orden, en el respeto y en la libertad. Si esta sociedad no deja de hablar de hombres y mujeres en vez de personas, llegamos a la desastrosa situación en la que estamos inmersos en esta destartalada España. Por otra parte, si dicha sociedad no aprende de las lecciones de la Historia, y se dedica a tergiversarla y a borrar lo que interesa a algunos, algunas y “algunes”, creando mentiras y engaños que emocionen, entonces apaga y vámonos.

Una de las cosas por las que hay que empezar es por el cambio de valores en el terreno de la economía, y en otros terrenos,  con el objeto de dar paso al verdadero bien común que empieza por la actividad de personas, no de hombres o mujeres.

Como es lógico, cualquier régimen político está sujeto a cambios más o menos frecuentes. Si a esto no se hace caso y lo que se busca y se pretende es ajustarlo y empotrarlo dentro de una “categoría” ya establecida, los resultados obtenidos no serán buenos. Las nocivas consecuencias de ese sistema en el que se quiere empotrar al Estado están a la vista. El ideario político de carácter dogmático que tenemos en estos momentos, así lo demuestra. Ahí están las políticas “colectivistas” que nos quieren imponer que  nada quieren saber de los verdaderos valores humanos. Un Estado que está basado en una determinada ideología decimonónica y trasnochada, y que nada quiere saber del acontecer personal de la sociedad, terminará derrumbándose.

Se habla mucho de “pluralismo político”, aunque está sobradamente demostrado que esto no es cierto. Ahí están las discrepancias, los insultos, las mentiras, los bulos, los “camios de opinión”, etc, de los politicastros apoltronados, que nada tienen que ver con una verdadera élite política con un mínimo de tolerancia. Si a esto unimos la escasa o nula ilustración del “pueblo soberano”, amén de las discusiones y de las intrigas políticas marcadas por la corrupción, amén también de la vacuidad en los debates parlamentarios, el asunto ya no tiene nombre.

En fin, mientras existan en la sociedad movimientos de corte comunista, socialista o anarquista, no habrá nada que hacer.

Continuará.



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