Así
se intitula el libro de Jacques Baynac, Tusquets Editor, Barcelona 1977, 339
páginas, con bibliografía incluida.
Mucho se ha escrito, y se seguirá escribiendo,
sobre Lenin. Algunos de sus defensores, influenciados por la apologética
filosovietista practicada por el Partido Comunista, y que nunca han vivido bajo
la férula leninista, lo consideran un genio y el personaje más importante del
siglo XX. Otros, sus detractores, dicen que fue uno de los hombres más
despiadados y sanguinarios de la historia de la Humanidad. Evidentemente, las
opiniones de defensores y detractores tienen poco peso y no arrojan mucha luz,
sobre todo cuando esas opiniones se emiten desde Occidente, cómodamente
sentados en bibliotecas, tribunas, etc, sin haber vivido jamás ni un minuto en
ningún país comunista. Sí la arrojan las personas que le conocieron y las que
ocuparon altos cargos en el PCUS, como Trotsky, Dimitri Volkogonov, Yuri
Kariakin, Mijail Voslensky, el médico de la NKVD José Landowsky, S. P.
Melgunov, etc. También arrojan luz las opiniones de otras personas que en su
día fueron marxistas-leninistas, o simpatizantes, y que renegaron de la “gran
mentira”. Tal sería el caso de los Huber Matos, Jorge Masetti, Ileana de la
Guardia, Zhigniew Bjzezinski, César Leante, Carlos Franqui, Norberto Fuentes,
Vasili Mitrokhin, Kravchenko, Nina Berberova, Karel Bartosek Pavel Sudoplatov
(este cuenta las atrocidades, pero sin arrepentirse), Boris Souvarine, Pío Moa,
Carlos Semprún Maura, Francisco Félix Montiel, Enrique María Matorras, Enrique
Castro Delgado, André Frossard, François Furet, Jean François Revel, André
Gide, Douglas Hyde, Bertrand Russell, Orlando Figes, etc, etc. Algunos pidieron
perdón por haber colaborado con el comunismo y, otros, se sienten avergonzados
por haber sido “apparatchik”, es decir, asalariados del PCE y “soldado de Stalin en Madrid”, deseando “con
particular satisfacción ver hundirse aún más a los comunistas”.
Otros ex marxistas denuncian el trato que
reciben por la propaganda comunistas al ser condenados “como nazis rabiosos a todos los que fuimos y somos anticomunistas por
amor a la libertad, sencillamente”. Otros se autoincluyen en el conjunto de
los “ilusos-ilusionados que construyeron
el espejismo del comunismo”. Otros, remordiéndoles la conciencia,
exclamaron: “Tengo que decir la verdad”. Algunos
decían que uno de los mayores misterios del marxismo estaba en la desproporción
que existía entre el breve tiempo y la poca densidad de las ideas que entraban
en el cerebro, y lo que luego demoraba deshacerse de las ingentes cantidades de
detritus que se habían acumulado: “en dos
meses te haces marxista y luego estás veinte años sacando porquería”.
Trotsky, que fue uno de los
personajes que más usó el terror, como lo demuestra en su libro “Terrorismo y comunismo”, cuenta cómo
Lenin decía: “¿creéis realmente que
podemos salir victoriosos sin utilizar el terror más despiadado?”
En esta obra “El terror bajo Lenin”, escrita por
Jacques Baynac en colaboración con Alexandre Skirda y Charles Urjewicz, se
pueden leer las siguientes palabras de Lenin: “Cuando la gente nos censura por nuestra crueldad, nos preguntamos cómo
pueden olvidar los principios más elementales del marxismo”. (Pravda, 26 de
Octubre de 1918).
Asimismo, en la página 69 se
lee:
“No hacemos la guerra contra las personas en
particular, escribe Latzis en El Terror rojo de 1 de noviembre de 1,918.
Nosotros exterminamos la burguesía como clase. No busquéis en el curso de las
investigaciones documentos y pruebas sobre lo que el acusado ha hecho, en actos
o en palabras, contra la autoridad soviética. La primera pregunta que debéis
hacerle es a qué clase pertenece, cuáles son sus orígenes, su educación, su
instrucción, su profesión. En este espíritu es donde reside la esencia del terror rojo”.
En la página 144, y bajo el
título de “Las masacres de Astrakan”,
se puede ver como en marzo de 1.919 el régimen comunista asesinó a miles de
obreros hambrientos en Astrakán.
En la página 101, con motivo
de la publicación de un bando por parte del enviado de la checa, K. Lander, en
la población de Kubán y del litoral del Mar Negro, en el apartado 4 se lee:
“En caso de ataque general contra pueblos y ciudades,
nos veremos obligados a aplicar en estas zonas el terror de masas: por cada agente soviético muerto serán ejecutados
centenares de habitantes de estas aldeas y pueblos . . .”.
“La mano vengadora del poder soviético barrerá sin
piedad a todos los enemigos”. Así
terminaba el bando.
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