En nuestro artículo “Antonio Gramsci”, publicado en este blog con fecha 23/09/2016, veíamos cómo el marxista
italiano decía que había que hacer una “rivolta
culturale” para hacerse con
todos los medios de comunicación, universidades, cualquier tipo de acto
cultural, controlar la enseñanza, etc, etc, o, como él también decía, había que
desatar una “agresión
molecular a la sociedad”.
Efectivamente
esto han hecho muchos marxistas en Occidente, trayendo otro tipo de terrorismo:
el cultural. Su fin es atacar a los adversarios ideológicos sembrando todo tipo
de odios y mentiras, llegando muchas veces hasta el linchamiento moral. El
asunto es bien sencillo: de forma subliminal, y a veces no tan subliminal, se
desprestigia, se ningunea o se reduce al silencio a todos aquellos que, de
forma documentada y contrastada, se dedican a publicar y señalar todo el error
y todo el terror del sistema comunista. Se podrían poner muchísimos
ejemplos. Los más paradigmáticos podrían ser los casos de André Frossard, Pío
Moa o Carlos Semprún Maura, bien conocedores del tema por haber sido en su día
marxistas y que, posteriormente, han caído del caballo camino de Damasco.
Este terrorismo cultural,
cuenta con una baza importantísima, cual es la de que el “pueblo soberano” no
lee, y al que se le bombardea constantemente con todo tipo de “análisis” e
ideas políticamente correctas.
El padre de
este terrorismo cultural en realidad ha sido Lenin que, como ya es sabido,
calificó este terrible método como “científico”.
Pero, claro,
el pueblo soberano no sabe la catadura moral de este siniestro y destructor
individuo, "el personaje más importante del siglo XX”,
que diría algún que otro pedante marxista infumable. Para muestra, veamos el
decálogo escrito por este sujeto en 1.913:
1).-
Corrompa a la juventud dándole libertad sexual.
2).-
Infiltre y después controle todos los medios de comunicación de masas
3).-
Divida a la población en grupos antagónicos, incitando las discusiones sobre
asuntos sociales.
4).-
Destruya la confianza del pueblo en sus líderes.
5).-
Hable siempre sobre Democracia y Estado de Derecho, pero, en cuanto se presente
la oportunidad, asuma el Poder sin ningún escrúpulo.
6).-
Colabore con el vaciamiento de los dineros públicos; desacredite la imagen del
País, especialmente en el exterior y provoque el pánico y el desasosiego en la
población por medio de la inflación.
7).-
Promueva huelgas, aunque sean ilegales, en las industrias vitales del País.
8).-
Promueva disturbios y contribuya para que las autoridades constituidas no las
repriman.
9).-
Contribuya a destruir los valores morales, la honestidad y la creencia en las
promesas de los gobernantes. Nuestros parlamentarios infiltrados en los
partidos democráticos deben acusar a los no comunistas, obligándolos, so pena
de exponerlos al ridículo, a votar solamente lo que sea de interés de la causa
socialista.
10).-
Registre a todos aquellos que posean armas de fuego, para que sean confiscadas
en el momento oportuno, haciendo imposible cualquier resistencia a la causa.
Por cierto:
¿se dan cuenta de que muchos puntos de este decálogo están vigentes en estos
momentos en esta España? Que se lo pregunten a Su Sanchidad.
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