Así se intitula el
libro de Santiago Mata, editado por “La Esfera de los libros. S.L”., 2.011, 347
páginas, incluida Bibliografía. El libro está prologado por Stanley G. Payne. A
ver si los de la “Memoria Democrática”, tan demócratas ellos y tan amantes de
la libertad, comentan algo de este libro. Como suponemos que no lo harán, lo
vamos a hacer nosotros.
El libro es
estremecedor. Narra, con documentos inéditos y con declaraciones de Leocadio
Moreno, único superviviente, que a la sazón tenía 19 años, de cómo fue la primera masacre cometida por
los rojos.
El día 12 de agosto
de 1.936 fueron asesinados en Vallecas 200 personas que venía en un tren
procedente de Jaén. Entre estas personas viajaban el obispo Manuel Basulto
Jiménez y su hermana, a la vez que varios sacerdotes.
En la página 125, dentro del Capítulo II “Razones para matar”, se puede leer una
carta del decano del cuerpo diplomático, Aurelio Núñez Morgado, embajador de
Chile, que dice:
“Anteayer- continúa – ha llegado un tren de Jaén que traía
prisioneros y rehenes y, al llegar a Madrid, sacaron a once de ellos y los
asesinaron. El resto fue conducido a Alcalá de Henares.
Ayer – dice para terminar – venía otro tren que traía 225 rehenes
de Jaén, que eran personas de la mayor representación de la ciudad y que venían
destinados a la Cárcel Modelo de Madrid y custodiados por 25 guardias civiles
al mando de un teniente. Este tren fue detenido en diversas estaciones del
trayecto con el objeto de apoderarse los rehenes; pero por fin lograron llegar
hasta el apeadero de Santa Catalina, en las goteras de la Capital. Allí ya no
pudieron pasar. En vistas de las circunstancias, el teniente puso el hecho en
conocimiento del Ministro de Gobernación, general Pozas, por medio del
teléfono, a fin de que se le prestara ayuda y terminar su expedición. Ante la
orden categórica de este general-ministro, el teniente pretendió proseguir la
marcha; pero los milicianos no se lo permitieron. Ante un segundo llamado al
Ministerio, manifestando que se pretendía dar muerte a los rehenes y a sus
guardias si se pretendía continuar, el general Pozas optó, en vez de enviarle
la ayuda solicitada y de que disponía, por lo más fácil: de los males, dijo, el
menor: ¡entregue a los rehenes!
Y allí mismo, momentos más tarde, eran asesinados”.
Esto trajo como consecuencia que los
diplomáticos consultasen con sus respectivos gobiernos para retirarse, ya que
el régimen republicano con esta acción, y otras anteriores, había quedado
completamente desprestigiado, desapareciendo el Estado de derecho de la zona
rojo-republicana.
Nos cuenta Santiago Mata que “algunos presentan la matanza del tren
de la muerte como un hecho fortuito, pero fue cuidadosamente preparada, tanto
en Jaén como en Madrid. El anuncio del envío de los presos en trenes, hecho
desde Jaén por diputados socialistas, llevó al asalto en Atocha del primero de
los trenes y, tras el fracaso parcial de este asalto, a la preparación
concienzuda de la segunda y más mortífera matanza”.
Esta segunda preparación, fue elaborada
por fuerzas militares anarquistas, comunistas y socialistas y, según el autor, “la ejecución fue autorizada por los máximos
representantes del Gobierno: el director general de Seguridad –cuyas
declaraciones al respecto publica esta investigación–, el ministro de
Gobernación y el mismo jefe de Gobierno, José Giral”.
Y terminamos con lo que se lee en la página 26, dentro
del capítulo I “Matanza en la casilla
doble”, donde se narra el ultraje de los cadáveres, una vez asesinados,
comentado por Venancio Martínez González, transportista:
“Cuando
el declarante llegó al pueblo pudo observar el paso de algunos de los camiones
que conducían los cadáveres: vio a Juan Serrano, alias Juanón, y a Felipe
Melgares, alias Chamorro, que iban con los cadáveres pisándoles la cabeza y
levantándoles el brazo con la mano cerrada mientras exclamaban: ‘Éstos ya se
han hecho comunistas’. Vio también a un individuo conocido por Pelijaro el
Mayor que paseaba su camión lleno de muertos por las calles del pueblo. Tiene
conocimiento el declarante que, una vez las víctimas en el Cementerio, la
vecina de Vallecas Leonor Martínez, alias la Quiñones se dedicó a ultrajar el
cadáver de la hermana del obispo, invitando a los milicianos a que la vieran
hacerlo, manipulando soezmente en las partes más íntimas del cuerpo de la
víctima”.
Este libro, y otros que hemos comentado en este blog y
otros que comentaremos, no salen a la luz por razones obvias, ni son comentados
por los “fasciculeros” de turno de ciertos periodiquitos que se autodefinen
como independientes. La “recuperación de
la memoria histórica”y la “democrática”, les tienen condicionados, oiga.
¡Ah!, ¿por qué el juez Baltasar Garzón no dijo nada de
esto en su día? ¿Se acuerdan cuando este señor se dedicó a investigar las
víctimas del franquismo? Señor Garzón: como juez, al que se le supone
imparcialidad y ecuanimidad, tenía aquí otro asunto para investigar y condenar.
Sanchidad, ¿no dice
usted nada de esto, o sigue creyendo que la Segunda República es un “vínculo
luminoso”?
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