Al actual presidente que
tenemos, gran timonel él, da “gusto” oírle hablar. Sus palabras son superfluas
y extravagantes, a la par que son exageradas e inútiles. Tahúr de la promesa y
charlatán de feria, habla con inseguridad y con imprudencia. No mide las
palabras y, por supuesto, no tiene claros los conceptos. . . bueno algunos
desgraciadamente los tiene.
También habla con gran
frivolidad, ligereza y veleidosidad. Algunas veces su verbo es encizañador.
Cuando sale por la tele da la
sensación, en algunas ocasiones, de que su verbo es brillante. Pero no hay que
fiarse: hay mucho tongo en las preguntas de los periodistas o de los
presentadores y plumíferos de la casa.
Cuando alguna vez le
preguntan de repente y a bocajarro, se queda cianótico, demostrando que en
muchas cosas está en la higuera, es decir, alejado de la realidad social e
ignorando los problemas, apuros y dificultades económicas del “pueblo soberano”.
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