miércoles, 21 de agosto de 2024

“El bulo de los caramelos envenenados” ( y V )


 

Y terminamos con la transcripción de lo que nos dice en este librito la señora ex marxista  Regina García García, Publicaciones Españolas, 1953, 31 páginas incluido Índice,  señora que ha sido borrada de la historia por los “historieteros” de siempre. En las páginas 7 y principios de la 8, se lee:

Como los factores decisivos del triunfo fueron los aportados por el dinero, las con­signas y las instrucciones de Moscú, los comunistas se mostraban ensoberbecidos y dispuestos a gobernar la República a su manera, lo que no dejaba de inquietar a los demás partidos izquierdistas.

 ESPAÑA BAJO EL FRENTE POPULAR

 El triunfo del Frente Popular sobrecogió a la opinión por lo inesperado; pero con­forme se fueron conociendo las causas de él, la indignación de los españoles subió de punto, al par que la jactancia de los sovietizados se hacía más insolente.

El éxito de los procedimientos empleados en las elecciones aumentó la confianza de los extremistas en los asesores enviados por la U. R. S. S., Thorez entre ellos, quie­nes habían sido los más tajantes en sus indicaciones a los dirigentes comunistas de España. «Hay que precipitar la insurrec­ción armada de las masas», era la consigna de Moscú, y para cumplida se desarrollaría una etapa previa de inquietud y violencia, que sirviera de fondo de nervios a sucesos de mayor trascendencia.

 Para estos planes se echaría mano del «tesoro de la revolución», constituido por las aportaciones de la U. R. S. S., los fon­dos económicos requisados en atracos y asaltos y las armas escondidas en determi­nados lugares desde octubre de 1934.

 Cuando esta campaña de agitación pre­via llegase a su grado máximo, se arrojaría del Poder al «Kerensky» español, conser­vador y católico, que ocupaba la presiden­cia de la República, el desdichado Alcalá Zamora, que había quedado mal con todos los sectores de la política, desde el monár­quico, de donde procedía, por su defección, al extremista, por su timidez en servir los planes revolucionarios.

 Una vea lanzado Alcalá Zamora de la presidencia, por instigaciones del Partido Socialista, se pasaría a otros puntos pro­gresivamente avanzados, que ya no conta­rían con la oposición presidencial.

El programa les pareció excelente a los comunistas, y cuando esbozaron sus líneas generales a los socialistas, éstos lo encon­traron magnífico y lo aceptaron sin titu­bear.

 Comenzó la agitación con huelgas tumul­tuosas e interminables, los atracos y los asesinatos de siempre y las manifestacio­nes vociferantes, a las que ya se había acostumbrado el vecindario madrileño; pero todo ello con mayor virulencia y más con­tinuidad, dando la sensación de un verda­dero sistema de «desorden organizado», en el que Madrid daba la tónica, las provin­cias la seguían con mayor o menor entu­siasmo y en los pueblos hacían su labor, de acuerdo con las instrucciones recibidas, los dirigentes extremistas.

 Una muestra de tantas fue lo sucedido en Villanueva de Castellón, a treinta kiló­metros de Valencia, a las pocas semanas del «triunfo» del Frente Popular.

 Era alcalde del pueblo un joven de la J. S. U., apellidado Seva, al que habían instruido en su misión los mandamasas de la provincia, entre los que se encontraban los hermanos Uribe, uno de los cuales llegó, más adelante, a ministro de la República.

 El joven alcalde pensó poner en práctica el plan de agitación que le habían trazado, y para ello no encontró nada mejor que «presentar batalla a las fuerzas reacciona­rias de la Religión». La ocasión se le brin­daba propicia.

 Había en el pueblo un asilo municipal regentado desde hacía muchos años por re­ligiosas, que debían llevarlo a maravilla, puesto que en cinco años de República laica aún continuaban en su misión caritativa y nadie se había atrevido a moles­tarlas. Pues bien; con el pretexto de desti­tuir al personal religioso, Seva proyectó un asalto al convento, con la expulsión vio­lenta de las monjas. Esto daría lugar a alboroto, gritos, alarma y demás integran­tes de la agitación que se debía producir, según los dirigentes”.

 ¡Menudo “fango” y “vínculo luminoso”, Sanchidad!




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