Y terminamos con
la transcripción de lo que nos dice en este librito la señora ex marxista Regina García García, Publicaciones
Españolas, 1953, 31 páginas incluido Índice,
señora que ha sido borrada de la historia por los “historieteros” de
siempre. En las páginas 7 y principios de la 8, se lee:
“Como los factores decisivos del triunfo fueron los aportados por el dinero, las consignas y
las instrucciones de Moscú, los comunistas se mostraban ensoberbecidos y
dispuestos a gobernar la República a su manera,
lo que no dejaba de inquietar a los
demás partidos izquierdistas.
ESPAÑA BAJO EL FRENTE POPULAR
El
triunfo del Frente Popular sobrecogió a la
opinión por lo inesperado; pero conforme se
fueron conociendo las causas de él, la indignación de los españoles
subió de punto, al par que la jactancia de los
sovietizados se hacía más insolente.
El éxito de los procedimientos empleados en las
elecciones aumentó la confianza de los
extremistas en los asesores enviados por la U. R. S. S., Thorez entre
ellos, quienes habían sido los más tajantes
en sus indicaciones a los dirigentes comunistas de España. «Hay que precipitar la insurrección
armada de las masas», era la consigna de Moscú, y para cumplida se
desarrollaría una etapa previa de inquietud
y violencia, que sirviera de fondo de nervios a sucesos de mayor trascendencia.
Para
estos planes se echaría mano del «tesoro de la
revolución», constituido por las aportaciones de la U. R. S. S., los fondos
económicos requisados en atracos y asaltos y las armas escondidas en determinados lugares desde octubre de 1934.
Cuando
esta campaña de agitación previa
llegase a su grado máximo, se arrojaría del Poder al «Kerensky» español, conservador
y católico, que ocupaba la presidencia de la República, el desdichado Alcalá
Zamora, que había quedado mal con todos los sectores de la política, desde el
monárquico, de donde procedía, por su
defección, al extremista, por su
timidez en servir los planes
revolucionarios.
Una vea lanzado Alcalá Zamora
de la presidencia, por instigaciones del
Partido Socialista, se pasaría a otros puntos progresivamente avanzados, que
ya no contarían con la oposición
presidencial.
El programa les pareció
excelente a los comunistas, y cuando esbozaron sus líneas generales a los
socialistas, éstos lo encontraron magnífico
y lo aceptaron sin titubear.
Comenzó la agitación con huelgas tumultuosas e
interminables, los atracos y los asesinatos de siempre y las
manifestaciones vociferantes, a las que ya
se había acostumbrado el vecindario madrileño; pero todo ello
con mayor virulencia y más continuidad,
dando la sensación de un verdadero sistema de «desorden organizado», en
el que Madrid daba la tónica, las provincias la seguían con mayor o menor entusiasmo y en los pueblos hacían su labor, de
acuerdo con las instrucciones recibidas, los
dirigentes extremistas.
Una
muestra de tantas fue lo sucedido en Villanueva de Castellón, a treinta kilómetros de Valencia, a las pocas
semanas del «triunfo» del Frente Popular.
Era
alcalde del pueblo un joven de la J. S. U., apellidado Seva, al que habían instruido en su misión los mandamasas de la provincia, entre los
que se encontraban los hermanos Uribe, uno de los
cuales llegó, más adelante, a ministro de la
República.
El
joven alcalde pensó poner en práctica el plan de agitación que le habían trazado, y para ello no encontró nada mejor que «presentar
batalla a las fuerzas reaccionarias de la Religión». La
ocasión se le brindaba propicia.
Había en el
pueblo un asilo municipal regentado desde hacía muchos años por religiosas,
que debían llevarlo a maravilla, puesto que
en cinco años de República laica aún continuaban en su misión caritativa
y nadie se había atrevido a molestarlas.
Pues bien; con el pretexto de destituir al personal religioso, Seva proyectó
un asalto al convento, con la expulsión violenta de las monjas. Esto daría lugar a alboroto,
gritos, alarma y demás integrantes de la agitación que se debía producir, según los dirigentes”.
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