Como ya hemos dicho en
nuestros artículos sobre este tema, una de las teorías más manipuladas y
tergiversadas, ha sido la del evolucionismo darwiniano, que ha influido en el
fascismo, en el comunismo y hasta en la democracia.
En el fascismo la influencia
ha sido notoria, ya que consideraba a las distintas razas humanas como
“especies” en proceso de evolución, incluyendo la “lucha por la vida” y lo de
la “selección” para eliminar al débil. Evidentemente, con esto se justificaban,
atentados, guerras, invasiones, masacres, ocupaciones, etc, etc.
Este fascismo tenía sus
raíces en el “superhombre” de Nietsche, como todos sabemos. Este “superhombre”,
parecido al “hombre nuevo” marxista, era el escalón más elevado de la evolución
humana.
Este darwinismo “social”
incluso, como decíamos antes, influyó en la democracia, pues el presidente
norteamericano T. Roosevelt empezó con la depuración étnica de los indios, depuración
que él llamó “destierro”, justificando la guerra racial para exterminar a los
nativos, a los que consideraba como “especies primitivas”. Con esto perseguía
la “expansión” americana que, en una “lucha final” de las distintas razas,
terminaría con la victoria de los angloparlantes. Resumiendo: en esta carrera,
lucha, competición o como se quiera llamar, subyace “la supervivencia del más
apto” darwiniana.
Especial mención merece el
trato que el marxismo le dio a la teoría de Darwin, trato que superó con creces
al dado por el fascismo y el racismo, justificando también el horror, el
terror, los campos de concentración, etc, etc. Y lo superó porque con ello intentaba arrancar
toda idea del Dios Creador, porque como decía el judío Marx en su juventud “mi
propósito es destronar a Dios”
Marx, al que algunos le dan
culto de dulía y de hiperdulía, no hizo otra cosa que copiar y aplicar la
dialéctica elaborada por Hegel (que a la sazón era un filósofo muy influyente
en Alemania), al materialismo, fundando lo que se llegó a dominar el
“socialismo científico”, frase rimbombante que aún sigue estabulada en muchas mentes paleomarxistas.
Esta concepción materialista
decía, entre otras cosas, que la economía determinaba todo el acontecer humano,
y que la religión era un cuento de hadas inventado por la clase pudiente para
someter y dominar a los “parias de la tierra”. El tópico de siempre: el opio
del pueblo.
Los puntos de vista de este
judío, desde la óptica social, coincidían con Darwin: la sociedad esclavista,
mediante un proceso de evolución y desarrollo, se había transformado en la
sociedad feudal, a la vez que ésta había dado lugar a la sociedad capitalista. Después
vendría el “estadio superior”, es decir, la sociedad socialista que, por medio
de la evolución, habría llegado a tal fin. Nosotros pensamos que más que por la
evolución, llegó por la revolución y, sin embargo, desapareció sin revolución.
La adoración que Engels y
Marx tenían por Darwin, era fanática e irracional. Así, el primero decía: “La naturaleza no opera metafísicamente,
sino dialécticamente”. También decía: “Así
como Darwin descubrió la ley de la evolución en la naturaleza orgánica, Marx
descubrió la ley de la evolución de la humanidad”. Más falacias y sofismas
no se pueden decir en tan pocas palabras.
Y para terminar un dato
curioso: el gran criminal José Stalin, que en sus años jóvenes era cristiano,
dejó de serlo al leer “El origen de las
especies” darwiniano. Este cambio fue debido en gran parte a que la teoría
evolucionista fue magnificada por los fundadores del comunismo y exaltada hasta
el límite, con el objeto, como decíamos más arriba, de destronar a Dios.
Lo que no dicen los de la internacional
de la mentira, del odio y del terror, es que Darwin en su obra habla de un Ser
Supremo.
Nota.- Con fechas 4, 5, y 6
de enero de 2019, tenemos comentado el libro
“Más allá de Darwin. Crítica al
evolucionismo”, autores Giuseppe Sermonti y Roberto Fondi, Ediciones UNSTA.
Recomendamos leerlos, si les parece bien.
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