miércoles, 14 de agosto de 2024

“El drama del humanismo ateo”


 

Así se intitula el libro de Henri de Lubac, Editorial Encuentro, 2.008, 277 páginas. Su autor fue profesor de Teología Fundamental en Lyon y miembro del Instituto Católico de Paris. En 1.983, Juan Pablo II lo hizo cardenal. Falleció en 1.991.

Aunque haya aparecido esta edición en el 2.008, el libro fue escrito a finales de la II Guerra Mundial, dando la sensación de que está escrito en estos precisos momentos.

 En esta obra, el autor analiza y comenta sobre los tres grandes aintiteístas del siglo XIX:

 Nietzsche, Feurbach y Comte, siendo este último el más implacable destructor de la cultura cristiana. Y decimos esto porque los otros dos aún les quedaban algún que otro rescoldo de la existencia de Dios, aunque se peleaban constantemente con Él.

 Comte “elimina” a Dios y los sustituye por la Humanidad, como prácticamente se hace hoy en muchos sitios, teniendo esto último por una verdad inamovible, aunque ya se sabe, bueno, algunos no lo saben, que la verdad no se mide ni tiene nada que ver con el número de personas que crean en élla.

 El ser humano empezó a pensar y creer que la verdadera libertad se adquiriría si rompía sus cadenas con la Iglesia, y luego con Dios. En una palabra: eliminando y derribando a Dios, desaparecían todos los obstáculos para alcanzar la libertad. Dios no es más que un mito y se sustituye la teología por la antropología. El judío Marx se aprovecharía de todo esto.

 Se dice, por ejemplo, que Dios no puede “vivir” más que en la conciencia de los hombres. Pero es un huésped indeseable: “es un pensamiento que tuerce todo lo que es derecho”.

 Estos tres hombres han dejado un rastro y una huella que ha marcado a los jóvenes de hoy, que reniegan de Dios y de cualquier creencia en un Ser Providencial, y que desconocen, porque se lo han omitido intencionadamente, toda una gran tradición de grandes pensadores religiosos, como los Prometeo, Sócrates, Kepler y un larguísimo etc.

 En fin, como ya es sabido sobradamente, hasta los ateos necesitan de Dios para criticarlo.



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