Pocos saben, y sobre todo las
masas, que en un sistema comunista totalitario, valga la redundancia, serían
apartadas y excluidas del poder, quedando sometidas y dominadas por la “nomenklatura”
y los burócratas del partido. Esta es la pura y sencilla realidad, por mucho
que se esfuercen diciendo lo contrario.
Como todos los partidos
políticos, el objetivo de los comunistas en conseguir y tomar el poder. Pero
hay una diferencia: la forma de servirse del poder, que termina pisoteando
libertades y derechos de los ciudadanos.
Cuando se celebró el famoso XX
Congreso del PC de la destartalada URSS allá por el año 1956, Kruschev atacó a
Stalin, ya fallecido, denunciado a este tirano y criminal por la represión que
había ejercido. Con motivo de este congreso, y por lo que se dijo en él, hubo
ilusos ilusionados que creyeron que era posible otro comunismo distinto del
practicado y ejercido por “Koba el
temible”, por “El padre de todos los
pueblos”, por “El guía de la
humanidad radiante”, por “El hombre
que más amamos”, o como diría el criminal Carrillo, “Cada día que pasa el mayor mi amor por el gran Stalin”.
La verdad es que lo que fue el
estalinismo, es en realidad la esencia del comunismo. El cínico y también
criminal Kruschev, lanzó los tanques sobre Hungría al poco tiempo de pronunciar
el discurso contra Stalin. En una palabra: el sistema no cambia. Lo único que
cambia es el rigor, sea de mayor o menor envergadura, con el que se aplica la
doctrina. Stalin fusilaba a mansalva e internaba a la gente en “gulags”.
Kruschev, por el contrario, no fusilaba, pero enviaba tanques para reprimir las
ansias de libertad del pueblo húngaro. También Breznev hizo lo mismo.
Por otra parte, también durante
el período de estos dos sujetos continuó el sistema con el terror del aparato
policíaco, que seguía arrestando a la gente arbitrariamente, además de seguir
con el control de los ciudadanos, y sobre todo con el control de lo que decían
y hablaban. Este era el comunismo de aquel entonces, tanto en Moscú, como en
Pekín, y posteriormente en Cuba.
En este país dominado por la
dictadura castrista desde hace 65 años, se justifica y se disculpa el
totalitarismo por culpa del “bloqueo imperialista” que, como ya hemos dicho
varias veces, no es un bloqueo sino un embargo.
El totalitarismo tiene dos
vertientes: una, basada en la ignorancia que
tienen los defensores del
sistema, que nunca vivieron bajo la bota comunista. En este aspecto se concibe
al comunismo como la solución de los defectos del mundo capitalista, en el que
viven cómodamente instalados muchos de dichos defensores del comunismo.
Conocemos muchos.
La otra vertiente es la de los
que reconocen los defectos y vicios del sistema, aunque no están dispuestos a
admitir que dichos vicios y defectos sean connaturales del sistema. El
fanatismo y la cerrazón les lleva a esto y a otras cosas peores.
Continuará.
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