Vamos a dedicar, por aquello de “recuperar la memoria
histórica” y la “democrática”, unos capítulos a este sanguinario personaje,
siguiendo el libro de Fernando Arrabal, “Carta
a Stalin”, Editorial La Esfera de
los Libros, S.L., 2003, 202 páginas.
En las páginas 28, 29 y 31, se lee:
“Nadie
podría acusarle de corruptor de menores.
Es cierto
que también conoció a Catalina y a Nadja impúberes,
pero le
esperaron, vírgenes como manda la ley de Dios que aprendió en el seminario, y que usted
hubiera querido también fuera la norma no escrita de la revolución proletaria,
para que ni las
«túnicas ni las camisas fueran embadurnadas por el pecado de la carne».
Usted se
casó por vez primera cuando la niña Catalina Svanidze acababa de cumplir 15
años y se unió
con Esperanza Alliluieva cuando su Nada (Nadejda) tenía dos años más tras
cohabitar bajo el mismo techo varios años sin cohabitar. En castellano Nada con
jota es Nadja:
¿la danza,
la jota, del profeta Zaratustra con la irresistible Miss Nihilismo?
También,
georgiano «Soso», se negó a conocer bíblicamente a Catalina sin previamente
haberse casado ortodoxamente en la iglesia San David de Tiflis.
En el
templo, hasta sus oídos, llegó la voz de San Juan: «Venid, que el que tenga sed
venga. El que lo desee que beba el agua de la vida gratuitamente.»
La
ceremonia religiosa se celebró el 22 de junio de 1904 cuando usted, a los 26
años, tenía once más que su esposa adolescente.
«¡Sí vengo,
Amén!»
Catalina
había nacido como «Beso» en Didi-Lilo y era una campesina muy religiosa que
conocía de memoria, como usted, el Cantar
de los cantares:
«Oh mi
esposo mi muy
querido, nuestra
cama es de verdura.»
El maestro
de Gori, Iremashvili, padrino de la boda, escribió:
«Catalina
consideraba a “Coba” como si fuera un dios.
Para sus
críticos la ballena de Jonás, el arca de Noé o el elefante de piedra de la
Bastilla en que se encerró Gavroche simbolizan a su Estado.
También,
igualmente simbólica, aparece hoy para otros su dacha, señor Dzhugashvili, «donde pasaba lo esencial de su tiempo».
Ella vivió
su tercera pasión por la infancia:
pues
conoció usted a Valentina, menor, en el año 1937.
Aquel año
Andréi Vishinski, fiscal de los procesos de Moscú, insultaba por orden suya a
los acusados que habían reconocido los crímenes más inauditos:
«¡Excrementos,
carroñas de pus, payasos, pigmeos, cuervos, hienas, víboras, fetos infames!»
Para
concluir: «Hay que fusilar a estos perros rabiosos.»
El buen
humor de la adolescente y su risa tan cándida le ayudaron a atravesar la época
de las mayores purgas.
«No
olvidemos que el camarada Stalin nos ha dicho: las leyes son caducas en un tiempo
en que se nos hiela la sangre a causa de los crímenes de los enemigos de
nuestro Voja (guía).»
Continuará.
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