Los islamistas
están de nuevo a la entrada de Europa . . . y ya no tenemos quien defienda y
tome Granada. El único que podría defender Europa no quiere saber nada del
asunto. Y nos estamos refiriendo a los EE.UU. que están hartos de escuchar y oír
toda clase insultos, falsedades y descalificaciones por parte de sus “aliados”
europeos. Porque, ¿cómo van a depositar esperanzas en estos “aliados”, como
España, en donde no se condena a dictaduras comunistas y teocráticas, además de
incumplir sus compromisos internacionales, que lo único que hacen es
precisamente perjudicar a EE.UU.?
Estos progresistas de salón, de puño en alto, de ceja morronga circunfleja, en
el fondo odian la democracia, porque ésta pregona libertades y tolerancia,
cosas que ellos no están dispuestos a soportar, por mucho talante y respeto que
dicen que tienen.
También su odio al sistema liberal es notorio, pero no público. El pueblo
soberano no se entera de nada. Fíjense cómo apoyan, con falsedades de todo
tipo, a las teocracias islamistas más fanáticas y retrógradas. El turbante y el
paraíso con “ríos de vino y leche y hermosas huríes”, les impresionan más que
la Cruz y el Cielo. Prefieren a los ayatolás que a los obispos, a los que
insultan grosera y cobardemente. Y decimos cobardemente porque ¿qué le hubiese
pasado al Vate de Franco, entiéndase por Víctor Manuel, si en vez de llamar
hijo de puta a Martínez Camino, portavoz de la Conferencia Episcopal, lo
hubiese llamado a un ayatolah cualquiera? Pues sencillamente lo
ahorcarían.
Si a todo esto unimos, hablando de España, en donde ciertos políticos promueven
y alientan el separatismo; en donde al enemigo que está dentro no se le puede
ofender ni tocar; en donde pasa uno al lado de una persona y no se sabe si es
hombre o mujer; en donde los delincuentes con grandes historiales delictivos a
sus espaldas campan por sus respetos; en donde se liberan a terroristas que han
matado a varias personas y se mete en la cárcel a alguien por matar un
urogallo, etc, etc, pues eso, viendo todo lo anterior, nos da la sensación de
que el barco se hunde.
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