miércoles, 22 de mayo de 2024

Un gran desastre ( I I I )


Y seguimos con el tema de la enseñanza.

Como ya saben, unos de los cuentos de ahora es el de decir que los padres  no deben transmitir a sus hijos los valores que ellos creen, ya que eso supondría “violentar sus conciencias”. Este es uno de los muchos sofismas que usan los de la internacional de la mentira, del odio y del terror. No pueden ver que lo que hacen los padres es solamente por cariño hacia un ser que es suyo y que lo será siempre, por mucho que digan lo contrario estos “internacionalistas”.

Un dato curioso es permitir que se ataque este tema y, sin embargo, nada se hace para impedir la violencia que a veces soportan los educandos en las clases y aulas por educadores que los usan como cobayas, cavias o conejillos de Indias, con la intención ajustarse al “panel ideológico”, importándoles un bledo, dos cominos y tres dídimos la educación moral como la técnica diciendo, entre otras cosas, que el cristianismo es una carga. Pero es igual, oiga: visitamos al Papa y está todo solucionado. Se llegará a la “liberación” político-sexual.

Desde hace tiempo, pero sobre todo en el actual “sanchismo”, la colonización cultural al estilo gramsciano está a la vista. Y si alguien tiene la valentía, la intrepidez, la temeridad, la osadía, etc, de atacar y criticar todo esto, se le acallará con media docena de palabras populistas, demagógicas, logomáquicas y pseudo científicas.

Verdad es que es un poco difícil el asunto de la educación de los hijos, ya que intervienen varios factores tales como, por ejemplo, la familia, los compañeros, los profesores y, en estos tiempos, los “mensajes” que leen en las “enredes” sociales, que los convierten en auténticos “telefonópatas”. Y aquí sala a relucir el sofisma “ad verecundiam”, o el “magister dixit”: lo dijo Blas y punto redondo.

Por otra parte, el transmitir ideas e ideologías a personas inferiores en edad, que generalmente tienen una escasa preparación cultural, es una actitud incalificable, indigna, innoble, nefanda y desgraciada, ya que dichas personas no tienen razonamientos para oponerse, ni entendimiento suficiente para comprender lo que se les intenta inculcar.

Continuará.



 

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