Así
se intitula el libro de Jean Sévillia, editado por Criteria Club de Lectores,
2.009, 398 páginas incluido el índice onomástico. Es autor también de otras
grandes obras como “Cuando los
católicos estaban fuera de la ley”, “Moralmente correcto” o “El terrorismo intelectual”.
La obra está magnífica y rigurosamente documentada
y en ella se desmantelan y se desmontan todos los tópicos típicos de que se ha
valido, y se vale, la izquierda para contarnos muchos episodios de la historia
del mundo en general, incluida la de España. Los medios de comunicación se
encargan de difundir estos tópicos y mentiras que, además, se imparten en
escuelas, colegios e institutos con el único propósito de imponer una Historia nueva,
completamente trucada y llena de falsificaciones, una historia de “pasado único”.
Nos
dice el libro en el Prólogo, páginas 18 y 19:
“El buen historiador parte de unos
hechos y los estudia en su momento concreto, separando las causas de las
consecuencias. Lo políticamente correcto no tiene nada que ver con este método
cuando saca sus imágenes de la historia. Siguiendo el capricho de sus lemas,
juega con las épocas y los lugares, resucitando un fenómeno desaparecido o
proyectando en los siglos anteriores una realidad contemporánea. Juzgando la
historia pasada en nombre del presente, lo históricamente correcto ataca el
racismo y la intolerancia en la Edad Media, el sexismo y el capitalismo bajo el
Antiguo Régimen, el fascismo en el siglo xix. El hecho de que sus conceptos no
signifiquen nada fuera de su contexto, poco importa: el anacronismo es rentable
en los medios de comunicación. No es el mundo de la ciencia, sino de la
conciencia; no es el reino del rigor, sino del clamor; no es la victoria de la crítica, sino de
la dialéctica.
Es también, y sobre todo, el triunfo del
maniqueísmo. Mientras el historiador debe medir el peso sutil de los matices y
las circunstancias, y recurrir a los campos complementarios de su saber
(geografía, sociología, economía, demografía, religión, cultura), lo
políticamente correcto borra la complejidad de la historia. Todo lo reduce al
enfrentamiento binario del Bien y del Mal, pero un Bien y un Mal
reinterpretados según la moral de hoy en día. A partir de entonces la historia
constituye un campo de exorcismo permanente: cuanto más se anatematizan las
fuerzas oscuras del pasado, más debe uno justificarse de no mantener con ellas
ninguna solidaridad. Se demonizan así personajes, sociedades y épocas enteras.
Sin embargo, no es más que una engañifa. No se apunta hacia ellos realmente: a
través de ellos somos nosotros los que estamos en el punto de mira.
Políticamente correcto, históricamente
incorrecto. Pensamiento único, historia única. ¿Cómo inmunizarse? No hay que
contar con el Ministerio de Educación. En el pasado, la escuela republicana
elaboró una novela que hacía girar toda la historia de Francia alrededor de la
Revolución de 1.789, pero por lo menos sus profesores poseían el mérito de
enseñar y obligar a aprender las fechas y los nombres de memoria. Esta escuela
ha dejado algunos mitos vivaces, pero se han muerto. Después de la guerra, le
ha seguido una escuela marxista. La lucha de clases, las estructuras y las
superestructuras has sustituido a los héroes y a las batallas. Posteriormente,
la quiebra del comunismo ha hecho de caer la fe marxista, que sin embargo ha
dejado numerosas huellas en la escuela.”
También
se puede leer lo siguiente en la página 384:
“En cuanto se remueve el pasado, el mal
no está siempre donde se dice, el bien no está siempre donde se cree. El papel
del historiador es volver a colocar los hechos en perspectiva sin dejarse
frenar por delimitaciones previamente trazadas.
Es la diferencia entre historia y
memoria. La historia razona, explica, analiza. La memoria se basa en
reminiscencias y sentimientos, con lo que eso puede tener de subjetivo: sus
omisiones, voluntarias o involuntarias, no restituyen la realidad en todas sus
facetas”.
A
continuación se lee: “La memoria divide,
la historia une, según señala Pierre Nora.”
Los
próximos artículos los dedicaremos a los capítulos IV y XIII, “La España de los Reyes Católicos” y “Fascismo
y antifascismo”, respectivamente
Como
siempre decimos, libro muy “ad hoc” para los tiempos actuales. Recomendamos
leerlo a Su Sanchidad y a su camarilla.
Continuará.
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