En estos tiempos de gran
ignorancia y de imaginación cero, si se le pregunta al “pueblo soberano” el
concepto que tiene de lo que es un empresario, la respuesta o respuestas son de
lo más variopinto. Así, hay individuos que, basándose en la decimonónica y
retrógrada teoría marxista, dicen de él que es un señor que se enriquece a
costa del sudor de los trabajadores.
En el otro polo, hay personas
que opinan que es el gran responsable de la empresa, cuya misión primordial es
generar riqueza no solamente para él, sino para todos. También hay opiniones
intermedias, como es lógico.
Una cosa que está
rigurosamente constatada es que cuanto más se intenta explicar la empresa desde
el punto de vista marxista, el empresario desaparece porque tiene que ser el
Estado el que ha de realizar las verdaderas funciones de empresario.
Nosotros, que hemos trabajado
durante muchos años en una empresa pública, decimos que el Estado es un mal
patrón. Y es un mal patrón no para la empresa pública precisamente, sino para
el resto de los trabajadores de la nación, que son los que sufragan con sus
impuestos y sus sudores las pérdidas bestiales que generan estas empresas
públicas, cuyos objetivos no son económicos, sino puramente políticos y
sindicales. El sistema productivo y la productividad, le importa un bledo, dos
cominos y tres dídimos.
Por tanto, creemos que se
necesitan empresarios. Pero, claro, en estos tiempos de opresión y presión
impositiva a todos los niveles, y con la mentalidad de que son unos
defraudadores de impuestos y que pisotean sistemáticamente los derechos de los
trabajadores, lo tienen muy crudo.
Lo peor es que la economía se
puede hundir aún más de lo que está al no facilitar a estas personas su labor.
Aviados estamos.
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