jueves, 16 de febrero de 2017

El “homo komunistus”


La Historia, que es una especie de evolución del homo sapiens, nos muestra las variaciones culturales, y sobre todo políticas, de este homo

 Y como en casi todas las evoluciones, lo mismo que si de un proceso biológico se tratase, surge una mutación y aparece el hombre nuevo: el militante comunista que iba a configurar el “porvenir radiante de la humanidad”.

Este militante, aparentemente, es un ser normal: camina, come, duerme, etc. Pero hay dos aspectos que lo diferencian de los otros mortales: el estar siempre dispuesto a “dar el salto”, y dispuesto asimismo a dar lecciones a los demás con una pedantería y una soberbia infumables, lecciones basadas en tópicos y en toda clase de sofismas.

Estos tópicos y sofismas, son una especie de cimientos en los que se basa la ideología comunista que no admite ni controversias, ni réplicas, ni fisuras, ni dudas y que, para más INRI, pretende su implantación e imposición universal a base de terror, de revolución sangrienta y de guerra.

Este “homo  komunistus” se caracteriza por su fanatismo y cerrazón: las ideas están por encima de la realidad, y las consignas están también por encima de los hechos. Es de un absolutismo insultante, y jamás duda. Ese absolutismo le lleva a decir y pensar que nada es relativo, salvo las ideas del que no piense como él. En el momento que se le presente alguna oposición a sus razonamientos o creencias, se pone catatónico porque no tiene argumentos e intenta imponer “su” razón, como hacía D. Quijote cuando imponía la suya al decir que eran gigantes en vez de molinos.

Es incapaz de la autocrítica y piensa que los demás, “los otros”, son enemigos suyos que actúan de mala fe. Sólo se basa en la razón e intenta aplicarla a la “realidad”, aunque ésta le diga que, una vez contrastada “su razón”, que está fuera de lugar, tiempo, situación y hábito.

En una palabra: todo tiene solución gracias a la “cabeza” del pensador político, que dicta soluciones, planes (sean quinquenales o no), normas, reglamentos, etc, etc, indiscutibles. Y si la realidad y los hechos no se adaptan a lo establecido, se le corta la cabeza al “cabeza” y todo solucionado. En vez de intentar solucionar los problemas, se buscan culpables. Lo de siempre.

A pesar de que este “homo komunistus” ignora la naturaleza de las cosas, intenta, permítanme las comparaciones, resolver ecuaciones de sexto grado mentalmente, o construir un portaaviones de 10 kilómetros de largo. El maridaje entre inteligencia y estupidez queda así expuesto.


En el supuesto que llegue al poder, empiezan los desmanes: el espíritu totalitario del que están preñados, impondrá al “pueblo soberano” sus designios. Aplastan, machacan y marginan, en el mejor de los casos, a todos aquellos que no quieren obedecer sus dogmas y consignas, a la vez que se autohabilitan para hacer todo tipo de experimentos sociales. Así les fue.









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