viernes, 10 de febrero de 2017

“El desplome de la República”


Así se intitula el libro de Ángel Viñas y Fernando Hernández Sánchez, Editorial Crítica, S.L., 2009, 681 páginas incluido el Índice General. La obra viene acompañada con un CD ROM en el que se reproduce el Informe a Stalin.


El libro nos narra la deriva de la República en sus últimas semanas, contando como, una vez terminada la guerra, y concretamente durante el verano de 1939, los líderes del PCE que habían huido a la URSS, redactan un informe secreto para Stalin relatando lo acontecido en el último año de la contienda.

En la página 41, en el apartado “Los soviéticos también se afanan: la perspectiva militar”, se lee:

“El caso soviético es el que, por obvias razones, nos interesa destacar. No sólo por razón de materia sino porque, de entre todas las potencias que configuraron el marco exterior dentro del cual se desarrolló la guerra civil española, es el más complejo y rico en información. Resulta inevitable que así fuera. Aunque una guerra civil es, ante todo, una guerra, una guerra, una guerra (‘a war is a war is a war’) y no cabe hacer abstracciones en su estudio de las dimensiones militares, la ideología marxista exigía desarrollar una visión omnicomprensiva del conflicto.

No se trata de analizar aquí las diversas teorizaciones que al respecto hicieron en Moscú en la época o las que se han reflejado después en la historiografía. Nos basta con señalar que, tanto por razones ideológicas como operativas, los soviéticos construyeron una visión multidimensional. En ella integraron perspectivas militares, políticas, económicas y de clase a las cuales añadieron las imprescindibles dimensiones internacionales”.

En la página 49, y el en Capítulo I I, dentro del apartado “Hay que seguir lo que dice el jefe”, nos cuentan los autores el informe que Marchenko estaba diseñando sobre los acontecimientos en España. Dice así:

“Este informe ha permanecido en la oscuridad de los archivos rusos, por lo menos en lo que se refiere a la literatura occidental, hasta que lo sacó a la luz uno de los autores de esta obra. Marchenko fue un alias. Su nombre verdadero  era Tadeo (o Tateos) Guegamovich Mandalian. Era armenio y trabajó sucesivamente para la Internacional Sindical Roja, en Moscú y en China, y luego, tras diversas vicisitudes, pasó al aparato de la Comintern. Fue el propio Dimitrov quien le seleccionó para que trabajase como número dos en la embajada en España. Cuando los dos sucesivos jefes de misión – Rosenberg y Gaikis – fueron llamados a la URSS (donde les aguardaba el tradicional tiro en la nuca), Mandalain quedó automáticamente como encargado de negocios y así permaneció hasta el final.

Se observa que fue en mayo de 1939 cuando los altos cuadros del PCE se congregaron en Moscú. El 16 Dimitrov se entrevistó de nuevo con José Díaz para hablar sobre temas organizativos. Éste aprovechó la ocasión para sugerir que había llegado el momento de crear un Buró Político y un Secretariado homogéneos porque la composición de ambos no lo era. Dimitrov consignó por escrito sus valoraciones. Vicente Uribe, por ejemplo, que destacaba sobre los demás con excepción del propio Díaz y de Pasionaria, no tenía suficiente autoridad. Manuel Delicado no era adecuado para tareas organizativas, siempre muy importantes en los partidos comunistas. Luis Cabo había dado muestras de falta de responsabilidad, al tiempo que dejaba ver sus ambiciones demasiado claramente. Por último, el secretario de Dolores Ibarruri, Jesús Monzón, no valía demasiado a pesar de haber sido gobernador civil en España”.


De este libro, y de otros que estamos comentando, no se dice nada. 

Los de la internacional de la mentira, del odio y del terror se frotarán las  manos.



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