Y continuamos con el slogan de “España es diferente”. Efectivamente, España era diferente, pero hoy también lo es, aunque por otros motivos.
Así, por ejemplo, desde la época del “gonzalato, y no digamos ya nada de la del “zapaterato”, en España han campado por sus respetos la discordia, la venganza, el enfrentamiento, el odio, la mentira y varias cosas más, en vez de buscarse la armonía y la paz entre los españoles. Pero no, oiga, había que desenterrar los dolores y penas del pasado y jurungar en el mismo, para “establecer” la democracia, democracia tullida e imperfecta.
Lo peor es que los desenterradores de todo esto, aún andan por ahí sacando pecho. La convivencia en paz de los españoles les importa un bledo, dos cominos y tres dídimos. El regreso de las banderías, entendiendo por tal bando, parcialidad o facción, estaban y están servidas. La revancha era, y es, lo más importante. Las crisis económica y moral que sembraron aquellas dos épocas fueron bestiales, por no decir otra cosa. Treinta años devastadores nos contemplan, años que no han servido más que para envenenar a la sociedad
Pero es igual. El pueblo soberano sigue en sus trece: telebasura y circo futbolero. No se da cuenta que en esta España de 2017 las cosas que pueden ocurrir probablemente tengan una trascendencia dramática, ya que aparecen “nuevas fuerzas” que se autocalifican como “redentoras” para defender a los pobres, y otras para “defender” naciones surgidas de las más pura fantasía. El caso es asediar al Estado por los cuatro costados. Y si alguna de estas “fuerzas redentoras” llegasen al poder algún día, la miseria, la dictadura, la bota, el bozal y el grillete aparecerían como por ensalmo, ya que lo más importante es la destrucción de “los otros”, del rival, del oponente, etc. Para eso están “los indignados” y los “artiscejos”, oiga, que no dicen ni mu para buscar entendimiento, con orden, razón, criterio y respeto y para solucionar los muchos problemas que nos afectan. Lo importantes es ajustar “las cuentas del pasado”, cuentas que están presididas por la pasión que, en el fondo, es la que se erige en juez, y la que trae como consecuencia que el “pueblo soberano” emita sus veredictos.
Y que no nos vengan con esas “seguridades” de las que hablan los voceros de esas “fuerzas redentoras” para presentarnos un mundo mirífico. Son todas mentira, populismo, demagogia y logomaquia.
Por todo esto, y por lo que hemos expuesto en anteriores entregas, efectivamente a España no la conoce “ni la madre que la parió”.
Continuará.
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