sábado, 5 de agosto de 2023

“Comunismo y nazismo” ( y I I I )


 

Terminábamos nuestro anterior artículo diciendo que al nazismo y al comunismo se les trata de modo diferente, a pesar de ser ambos dos regímenes totalitarios y criminales, como ya está dicho. En la página 67 se puede leer:

“Se hacen burlas del «anticomunismo primario» y se alaba a los comunistas porque, al menos, combatieron a Hitler, pero a nadie se le pasaría por la cabeza ironizar sobre el ‘antinazismo primario’, ni alabar a los nazis por haber combatido al menos a Stalin. Se califica al estalinismo de ‘desviación’ del ideal comunista, mientras que a nadie se le ocurre ver en el nazismo una ‘desviación’ del ideal fascista. Se tenía derecho a equivocarse sobre el co­munismo, pero no sobre el nazismo. En suma, cualquier compromiso con el nazismo desacredita absolutamente, mientras que los compromisos con el comunismo siguen siendo considerados faltas comunes y veniales.

 No sólo la denuncia del nazismo sobrepasa a la del co­munismo, sino que tiende paradójicamente a incre­mentarse conforme va pasando el tiempo. Más de cin­cuenta años después de la caída del III Reich, los crímenes nazis, no los crímenes comunistas, son objeto de una inin­terrumpida avalancha de libros, películas, emisiones de radio y televisión. ‘La damnatio memoria’ del nazismo —subraya Alain Besancon—, lejos de conocer la menor prescripción parece agravarse de día en día’. Más de medio siglo después de su muerte, Hitler prosigue una brillante carrera en los medios de comunicación, mientras que Stalin ya está casi olvidado”.

 En la página 71, también se lee:

 “En el pasado, a los antifascistas siempre se les creyó de inmediato, mientras que quienes denunciaban el comu­nismo eran considerados a menudo como fabuladores o espíritus partidistas. El 13 de noviembre de 1947, des­pués de que Victor Kravchenko hubiera desvelado, en “Yo escogí la libertad” ( I ), la realidad del sistema soviético de cam­pos de concentración, el periódico comunista Les Lettres Francaises lo trató inmediatamente de ‘falsificador» y de «borracho’. Ello dio lugar a un juicio por calumnias, que tuvo lugar en París del 24 de enero al 4 de abril de 1949. Margarete Buber-Neuman atestiguó en dicho juicio el 23 de febrero. Al explicar, basándose en sus vivencias perso­nales, que no hay ninguna diferencia de intensidad entre los campos soviéticos y los nazis, se hizo tratar de cómpli­ce de los nazis. El antiguo deportado y resistente David Rousset, que dio igualmente su apoyo a Kravchenko, fue acusado asimismo por Fierre Daix de haberse ‘inventado los campos soviéticos’. En el proceso que entabló en 1950 contra Lettres Frangaises, Marie-Claude Vaillant-Couturier declaró: ‘Sé que no existen campos de concentración en la Unión Soviética, y considero que el sistema penitencia­rio soviético es indiscutiblemente, en el mundo entero, el más deseable de todos’ ”.

 Y terminamos con lo que se lee en las páginas 128 y 129:

 “El totalitarismo institucionaliza de tal modo la gue­rra civil. Y como los enemigos pronto se convierten en enemigos metafísicos, las posibilidades de purga se hacen ipso facto inagotables. ‘El terror propiamente dicho —escribe Claude Polin— comienza a existir cuando en cualquier momento a todos se les puede decretar culpa­bles sin haber transgredido ley alguna.’ El principio bá­sico del totalitarismo es la depuración como modo de ad­ministración de lo social. El totalitarismo —escribe asimismo Polin— es una forma de organización social ‘que no utiliza el terror, sino cuya esencia es el terror.

 El rasgo fundamental en Lenin y sus sucesores es preci­samente la concepción de la política como guerra civil. Este rasgo va incluso más lejos que la lógica propia del nazismo, en la medida en que éste combate sobre todo a enemigos externos. En el sistema comunista, el enemigo es ante todo un enemigo interno, siendo ésta la razón por la que dicho sistema se entrega a la purga permanente. En junio de 1919, Lenin declaraba: ‘Sería una gran vergüen­za mostrarnos dubitativos y no fusilar por falta de acusa­dos’ La frase es significativa. Prueba que la falta de ene­migos hace peligrar al sistema mucho más que su existencia, siendo necesario producirlos sin cesar para que el sistema se legitime a sí mismo mediante esta constante amenaza. En 1937-38, el poder soviético llegó a fijar a ciegas cupos de individuos a deportar. En total, entre 1934 y 1953, uno de cada cinco hombres pasó por una colonia penitenciaria o por los campos. La política comunista aparece de tal modo como una política de hostilidad hacia toda una sociedad a la que, al mismo tiempo, incita a luchar contra sí misma participando en la violencia de Estado. Dentro de semejante clima, sólo los órganos de represión tienen la posibilidad de actuar según les plazca; sólo disfrutan de plena libertad los encargados de hacerla desaparecer”.

 Como decimos siempre, aunque seamos muy pesados: este es otro libro recomendado para los de la "memoria histórica" y "democrática", para los que añoran este terrible sistema y para los pedantes marxistas.

 Como ya saben, el nazismo ya no existe, mientras que el comunismo aún sigue en varios países, estando, además, estabulado en muchas mentes, que siguen hablando del proceso de Nurenberg. Sin embargo, al comunismo no se la hecho ningún juicio histórico. Sus 100 millones de personas asesinadas, siguen esperando tal juicio.

 ( I ) .- Este libro de Victor Kravchenko  lo tenemos comentado en este blog con fechas 15, 17, 19 y 21 de febrero de 2017.



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