El marxismo habla
mucho de las masas y del proletariado, que son los que tienen que detentar el
poder. Pero lo cierto es que estas masas y este proletariado están dominados y
manejados por una pandilla, que se erige en una auténtica nomenklatura
privilegiada y dominante, que controla todo lo habido y por haber: desde el
ejército, pasando por la enseñanza, los medios de comunicación, etc, hasta la
vida privada de esas masas, que se convierten automáticamente en un instrumento
violento y fanático, que les lleva a todo tipo de actos, incluidos los
terroristas. La pregunta surge inmediatamente: ¿cómo se las arreglan para
despertar este “entusiasmo” por la causa? La respuesta es bien sencilla:
engañando, mintiendo y sobre todo sembrando el odio.
También se consigue todo esto lavando el cerebro al proletariado y creando una psicosis colectiva con lo de la toma del poder.
Como muestra de todo esto, ahí tenemos a la pandilla
castrista en Cuba que lleva 64 años de privilegios, mientras sigue reprimiendo
y engañando al proletariado y a las masas de aquel bello país. Otro ejemplo es
el de la implosionada URSS que duró casi tres cuartos de siglo, a pesar de los
numerosos escritos, libros y derelictos de personas que en su día abrazaron el
marxismo. También se podría poner el ejemplo de la pandilla familiar de Corea
del Norte.
Pero a pesar de esto, y de muchas cosas más, aún
quedan personas que se quedan con un deliquio tal ante la doctrina marxista,
que los éxtasis de Santa Teresa serían meros arrobamientos.
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