viernes, 19 de abril de 2024

“El exilio fue una fiesta”


 

Este es el título del libro escrito por el ex comunista Carlos Semprún Maura, Editorial Planeta, Colección La España Plural, 1.998, 327 páginas, incluido el Índice Onomástico.

La obra es el fiel reflejo de un hombre desengañado y desilusionado por la mentira comunista que, en sus años mozos, quedó puesta de manifiesto en el XX Congreso del PCUS y en años posteriores con el aplastamiento criminal de las revoluciones en Hungría y Checoslovaquia.

 A pesar de haberse refugiado en 1.939 con su familia en Paris, no dejó de visitar España, como lo hizo en 1.954 para organizar en Madrid los primeros comités de estudiantes comunistas en la universidad. Todo esto duró muy poco: la desilusión por los acontecimientos antes citados hizo que Semprún rompiese con el comunismo.

 Son significativas sus palabras que podemos leer en la página 76:

 “Por aquel entonces, yo estaba convencido de que la mentira comunista era verdad, que fue Corea del Sur, con la ayuda del imperialismo yanqui la que agredió a la pacífica Corea del Norte. Hoy, todo el mundo sabe que ocurrió exactamente lo contrario. El prudente Stalin pensó que Corea del Sur sería bocado fácil y que nadie se lanzaría a ayudar a ese trocito de tierra asiática. Estados Unidos lo hizo y el peligro de una guerra mundial existió realmente”.

 Por el libro desfilan muchos personajes, entre ellos Fernando Claudín, que escribe “criminales sandeces”. Así, en la página 93 hay un texto del mentado Claudín  defendiendo la brutal y criminal agresión de Hungría por parte de la destartalada URSS:

“Si en Hungría, por ejemplo, las fuerzas reaccionarias e imperialistas han podido llegar a crear una situación como la que se conoce, ello se explica,  como ha dicho en su reciente documento el Partido Comunista de China, porque en Hungría no había una verdadera dictadura del proletariado. La verdadera dictadura del proletariado, tal como la concebían Marx y Lenin, tal como ha sido confirmada en la práctica en la Unión Soviética, de China, etc, es la dictadura de las masas trabajadoras sobre las clases explotadoras derrotadas; es la democracia más amplia para las masas y la defensa firme de esa democracia contra los enemigos del socialismo”.

 Hay un comentario que habla de los “sumidos en la imbecilidad stalinista”. En la página 108 se puede leer al respecto, a propósito de una reunión de propaganda de la Asociación Francia-URSS, los comentarios de un personaje, Loleh, que dice lo siguiente, después de un viaje político-turístico a la URSS:

 “En la heroica Rusia soviética, que había vencido sola al nazismo, todo iba bien, a las mil maravillas, los obreros felices, los campesinos prósperos, los artistas geniales, la producción aumentaba un 200 % todos los años, y los ciudadanos, tan bondadosos y solidarios, bajo el imperio de Stalin, que todos se amaban y los matrimonios, viviendo un amor socialista pleno, desconocían el divorcio y el adulterio . . .”

 Sin comentarios.

 No menos importantes son los comentarios de Semprún que aparecen en la página 145 en el capítulo intitulado “Cosas del exilio”. Aquí se habla de un hombre “anónimo bastante célebre”, como era Benigno Rodríguez. Se lee:

 “Benigno, de origen muy modesto, más lumpen que proletario, había comenzado sus actividades políticas en el seno de los grupos de acción de la FAI – siempre con pistola, nos decía -, pero se convirtió al stalinismo por los años treinta, y su conversión de parecer tan convincente al ‘aparato’ que, durante nuestra guerra civil, el PCE le nombró nada menos que secretario particular de Juan Negrín, ministro de Hacienda primero, primer ministro después. En los cafés del barrio latino o en otros barrios, nos decía, a veces, que lamentaba dicho destino, que hubiera preferido ir al frente, y sin dar el menor detalle, aludía al hecho de que, habiendo sido por ‘orden y mando’ secretario de Negrín durante la guerra, se le echó en cara esa actividad más tarde, cuando Negrín, que había sido el más filosoviético de los socialistas durante la contienda (él fue quien ‘robó’ el oro del Banco de España para enviarlo a la URSS), una vez en el exilio de Londres, había manifestado sus desilusiones en cuanto a la URSS y bastantes cosas más”.

 En fin, como siempre decimos y por enésima vez, libro para los “historieteros” de la memoria histórica y “democrática”. Y para los del “vínculo luminoso”.



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