Tal día como hoy 18 abril, pero de 1955, fallecía en Priceton (Nueva Jersey), Albert Einstein de un aneurisma lumbar. Había nacido en 1879. Contaba, pues, 76 años. Sus trabajos sobre la Relatividad Restringida, el Movimiento Browniano y el Efecto Fotoeléctrico, han sido únicos.
Einstein fue el científico más célebre y prestigioso del siglo XX y
uno de los más grandes genios que ha dado la Humanidad. A pesar de haber tenido
un desarrollo intelectual lento en los primeros años de su vida (no empezó a
hablar hasta los cuatro años, según manifestó él mismo en una carta de 1954), a
los doce ya se preguntaba cómo vería moverse las agujas del reloj una persona
que viajase a la velocidad de la luz. Y a los dieciséis también se preguntaba
qué impresión produciría una onda luminosa a alguien que avanzara a su misma
velocidad. Las preguntas eran una premonición del camino que iba a seguir en
sus estudios. No vamos a fijarnos en el aspecto científico de Einstein, sino en el humano
y personal.
Para empezar, Albert era un hombre de una sencillez y humildad
extraordinarias. Poco antes de morir, decía que en mi larga vida he aprendido una
cosa: que toda nuestra ciencia, comparada con la realidad, es primitiva e
infantil. Cuando se le preguntaba si había heredado el talento de su padre
respondía con toda humildad y sinceridad que no tenía ningún talento especial,
sino una curiosidad casi infinita.
También se preocupaba por la suerte que habían corrido sus colegas en la
Alemania nazi de los años 30. A tal efecto, dio un concierto de violín en el
año 1934 en Nueva York en el que se recaudaron unos 6.500 dólares.
En 1952 se le ofreció la presidencia de Israel, ofrecimiento que rechazó
porque decía que para los asuntos humanos no tenía cabeza.
A principio de los años 30, universidades tan prestigiosas como las de
Oxford, París, Jerusalén, etc, le ofrecían todo tipo de ventajas para que
impartiese clases. La fama le acompañaba por todas partes, convirtiéndose en
una leyenda vida y en un héroe popular.
Cuando en 1931 se estrenó en Nueva York la película de Charlot “Luces de la ciudad”, Charlot llevó
a Einstein a tal evento con el objeto de promocionar la película,
aprovechándose de la enorme popularidad que por aquel entonces ya tenía el
físico. La gente se agolpaba en torno al coche por ver más a Albert que a
Charles. Le preguntó al cómico que qué significaba toda aquella muchedumbre. Su
humildad era así. No conocía la soberbia, la vanidad, la pedantería, la
presunción, ni se creía tener “el punto de vista privilegiado sobre el mundo”,
como ocurre con algunos pedantes intelectualillos de medio pelo de hoy día.
En cuanto a sus creencias religiosas, se puede decir que Einstein no era
ateo. En sus escritos de madurez, cuenta cómo leyendo a filósofos como Spinoza
haría unas reflexiones que le reconciliarían con la creencia en Dios. A tal fin
manifestaba que “la verdadera religiosidad es saber esa Existencia
impenetrable, saber que hay manifestaciones de la Razón más profunda y de la
Belleza más resplandeciente sólo asequibles en su forma más elemental para el
intelecto. En este sentido, pertenezco a los hombres profundamente religiosos”.
En 1939, poco antes de empezar la II Guerra Mundial, declaraba en
Priceton: “los más elevados principios de nuestras aspiraciones y
juicios nos los proporciona la tradición judeo-cristiana. Sus más profundas
convicciones se enraizaban en dicha tradición: sólo una vida vivida para los
demás vale la pena de ser vivida”.
A pesar de que hay autores que sostienen que Einstein era ateo, él mismo
confiesa: “No soy ateo, y no pienso que se me pueda llamar panteista.
Estamos en la posición de un niño pequeño entrando en una gigantesca librería
llena de libros escritos en muchas lenguas. El niño sabe que alguien debió de
haber escrito esos libros . . . Tampoco entiende los lenguajes en los que están
escritos y sospecha que existe un misterioso orden en la colocación de esos
libros, sin saber cuál es ese orden. Ésta, me parece a mí, es la actitud
hacia Dios, aún del más inteligente ser humano. Contemplamos al universo
maravillosamente dispuesto y obedeciendo a ciertas leyes, pero solamente de
manera borrosa entendemos esas leyes. Nuestras mentes limitadas perciben una
fuerza misteriosa que mueve a las constelaciones”.
En una carta publicada en diario "La Razón" el 26 de febrero de
2.003, queda clara la posición de Einstein sobre su fe. Dice el
científico: “La generalizada opinión, según la cual yo sería un ateo,
se funda en un gran error. Quien lo deduce de mis teorías científicas, no las
ha comprendido. No sólo me ha interpretado mal sino que me hace un mal servicio
si él divulga informaciones erróneas a propósito de mi actitud para con la
religión. Yo creo en un Dios personal y puedo decir, con plena conciencia, que:
en mi vida, jamás me he suscrito a una concepción atea”.
En marzo de 1952, escribía a un amigo lo siguiente: “Aquí reside el
sentido de lo maravilloso, que se incremente aún más con el desarrollo de
nuestro conocimiento. Y aquí reside la debilidad de los positivistas y ateos
profesionales, quienes se sienten felices en la conciencia de haber librado
exitosamente al mundo no sólo de Dios, sino incluso de lo maravilloso”.
Para terminar, recordemos algunas frases del sabio sobre su posición ante
el ateísmo, Dios y la religión.
“El tener una creencia religiosa no es un síntoma de estupidez, así como
tampoco el ser incrédulo es signo de inteligencia”.
“Aún ante la vista de semejante armonía en el Cosmos que con mi limitada
mente humana soy capaz de percibir, sigue existiendo gente que dice que no hay
Dios. Pero lo que realmente me encoleriza, es que dicha gente me cite a mí para
sustentar sus opiniones”.
“Ni existe una insuperable contradicción entre la religión y la ciencia, ni
puede ser reemplazada la religión por la ciencia”.
“La ciencia sin religión está coja, y la religión sin ciencia está ciega”.
“La luz es la sombra de Dios”.
“Hay dos maneras de vivir una vida. La primera es pensar que nada es un
milagro. La segunda es pensar que todo es un milagro. De lo que estoy seguro es
que Dios existe”.
"El hombre encuentra a Dios detrás de cada puerta que la ciencia logra
abrir”.
Con todo esto, Einstein nos está diciendo que el Universo es una obra
planeada y que cuesta trabajo creer que exista por pura casualidad. También nos
transmite la idea de que es difícil aceptar que la razón de la existencia del
Cosmos no tenga explicación.
Muchos pedantes marxistas tendrían que aprender de la sabiduría y humildad
de este gran hombre.
Y para terminar, una cosa curiosísima. Decía el sabio que "si
mi teoría de la relatividad es cierta, los alemanes dirán que soy alemán y los
franceses que soy ciudadano del mundo. Pero si no es cierta, los franceses
dirán que soy alemán y los alemanes que soy judío".
Vean esta animación GIF que hemos hecho en recuerdo de esta extraordinaria
persona.
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