Como decíamos en la anterior entrega, en ésta veremos los tesoros recogidos por Moctezuma para pagar el tributo al rey de España, como le había requerido Hernán Cortés, y cómo se repartieron.
A todas las partes del país se enviaron
recaudadores de impuestos. Cuando éstos regresaron, el oro que traían fue
fundido y convertido en barras. Si a esto añadimos los tesoros ya acumulados procedentes de
donaciones y regalos, es fácil de suponer la gran riqueza que se atesoró,
riqueza que fue dividida en varias partes y que estaba valorada en cuatro
millones de pesos.
De esta cantidad se detrajo la quinta
parte para Su Majestad. Otra quinta parte para Hernán Cortés, distribuyéndose
el resto entre los miembros de la expedición española.
Como es de suponer, los españoles ante
esta nueva situación cada día parecían más fuertes. Llegaron a destruir los
dioses e ídolos de los templos venerados por los nativos, sustituyéndolos por
una cruz. Si bien Moctezuma consintió
todas estas cosas, hubo una que no estaba dispuesto a que se suprimiese: los
sacrificios humanos. Veamos lo que pasó.
El templo principal, tenía un altar al que
se llegaba después de subir más de cien escalones. En dicho altar era donde tenían lugar los sacrificios
humanos. Cortés y sus hombres accedieron a él después de subir los citados escalones.
Allí se encontraba el dios principal, que era una figura horrible. Tenía su
cuerpo enjoyado por todas partes con serpientes de oro enroscadas y llevaba un
collar compuesto de corazones y cabezas de plata y oro.
Desde aquella altura, miró al dios con
recelo y desagrado, a la vez que vio los otros altares totalmente negros por
culpa de la sangre derramada en los sacrificios. Su indignación fue tan grande
que, desenvainando su espada, despedazó con ella todos los ídolos y dioses.
Cuando terminó la faena, hizo que tal sitio fuese limpiado y lavado,
celebrándose una Misa en el nuevo altar.
Como se podrá comprender, los sacerdotes
aztecas huyeron asustados. Desde ese mismo instante comenzaron a tramar un
complot contra los españoles. El odio y la aversión se iban apoderando de los
nativos.
Por si esto fuera poco, llegó a oídos de
Cortés y de sus hombres la noticia de que una flota española había llegado a
Veracruz, pero no para auxiliarles, sino
para capturar a Hernán y llevarlo como prisionero al gobernador de Cuba.
Los hombres del conquistador se hallaban
en aquellos precisos momentos dispersos por varios sitios: unos buscando minas
de oro y otros se habían alejado hasta la costa para reparar las naves que
deberían traerlos a España.
Como de costumbre, Cortés saldría
victorioso nuevamente gracias a su valor y estratagema. Esto lo veremos en la
próxima entrega.
Continuará.
No hay comentarios:
Publicar un comentario