sábado, 23 de septiembre de 2023

La verdadera Historia, no la “memocrática” ( L I ).


 Como decíamos en la anterior entrega, en ésta veremos los odios y jaleos que se traían José Díaz, La Pasionaria y Antón.

Como ya sabrán, Jesús Hernández Tomás, fue un comunista español que llegó a ser ministro de Sanidad y también de Educación durante la Guerra Civil Española. Huyó a la URSS, comprobando allí los jaleos que se traían los dirigentes del PCE, que también habían huido. En 1944 fue expulsado del partido por “actividades antisoviéticas”.


Jesús fue autor de un libro que los “historieteros” de ahora no mencionan para nada: “Yo, ministro de Stalin en España”, Editorial Nos, Madrid 1954, 447 páginas, en el que nos narra los enfrentamientos, discrepancias y divergencias con la dirección del PCE. Así, en las páginas 131 y 132, se lee lo siguiente:


“Pasionaria odiaba a Díaz.  No podía olvidar que él había hecho severos comentarios sobre sus clandestinas relaciones amorosas con Francisco Antón,  jovenzuelo de veinte años menos que ella y prototipo de los trepadores sin escrúpulos. Antón era entonces el Comisario del frente de Madrid, y entonces y siempre un auténtico señorito comunista. . . En el momento en el que Buró Político tomaba la decisión de sustituirle del puesto de Comisario, se le ocurrió a Prieto lanzar una andanada contra el predominio de los comisarios comunistas. El Partido tomó la defensa en bloque de sus posiciones, viéndose a incluir la de Antón, comprendido  en las reformas prietistas. Y con aquella pasmosa agilidad de nuestra propaganda convertimos a Antón en una figura señera, junto con Miaja, de la defensa de Madrid.


Comprendiendo Antón lo inestable de su situación, buscó la manera de afianzarse en un puesto de dirección del Partido. Y dio en la flor de enamorar a Pasionaria. Pasionaria le defendería. Pasionaria intrigaría cerca de la delegación soviética para sostenerle a él. Y no se equivocó. Pasionaria olvidó que era la mujer de un minero; se olvidó de que tenía dos hijos con tantos años como su amante; olvidó que su esposo, Julián Ruíz, se batía en los frentes del Norte; olvidó el decoro y el pudor; se olvidó de sus años y de sus canas y se amancebó con Antón, sin importarle la indignación de cuantos sabían y conocían sus ilícitas relaciones . . .Antón  dejó de ser Comisario político del frente de Madrid, pero pasó a dirigir la comisión político-militar del Partido. José Díaz había dicho a Pasionaria: 
‘Me tiene sin cuidado tus asuntos privados, pero ya que tengo que ser forzosamente alcahuete de tus amoríos (pues si el hecho trasciende se vendrá al suelo todo tu prestigio, y tu nombre lo hemos convertido en en bandera moral y ejemplo de mujeres revolucionarias), debes saber que todo el aprecio que tengo por Julián lo siento de desprecio por Antón'.

Era la Pasionaria una de esas pasiones seniles que en su desenfreno saltan sobre toda clase obstáculos y que a ella habría de llevarla hasta el sacrificio de su propio hijo. Rubén Ruíz, capitán del Ejército Rojo, se haría matar en la URSS para huir de la vergüenza de ver a su padre 
comido de piojos y muerto de hambre en una fábrica de Rostov y a quien, además, no le permitieron visitar por prohibición expresa de su madre, mientras veía él a Antón vivir espléndidamente y pasearse por Moscú en el automóvil de su madre. Esa pasión provecta, insana, que motivaría la muerte de Julián en medio de la más negra desesperación y maldiciendo el nombre de Pasionaria y de Stalin, esa pasión era un odio inextinguible contra José Díaz, que le habría escupido su desprecio en plena cara”.

Nota.- Lo destacado en rojo es nuestro. En la foto, Pasionaria en 1937 en medio del general  Walker a su derecha, que era uno de los madamás de las Brigadas Internacionales, y de Antón.


Continuará.



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