Así se intitula
el libro de Antony Flew, Editorial Trotta S.A., 2013, 167 páginas. De esta
obra, así como de otras que ya hemos comentado, nada se dice. Tal parece que han
sido poco menos que secuestradas.
Como ya sabrán,
Antony Flew (1923-2010), fue un filósofo campeón del ateísmo anglosajón de las últimas décadas del pasado
siglo XX. Sin embargo, casi cinco años antes de morir, concretamente en 2004,
dejo de ser ateo para convertirse en creyente.
Este cambio no
se debió, como en el caso de André Frossard ( I ), a un toque
místico, sino que fue motivado siguiendo argumentos puramente racionales al ver
los descubrimientos de la ciencia, descubrimientos que le hicieron pensar que
había una Inteligencia creadora y fundadora del Cosmos y sus leyes.
Ya se podrán
imaginar la reacción típica de sus antiguos correligionarios ateos ante el giro
de Flew: reacción fundamentalista y carente de respeto.
El libro
esencialmente está dividido en dos partes. En la primera nos cuenta el autor
las andanzas y caminos que le llevaron a negar la existencia de Dios y lo
divino en general. Por el contrario, en la segundo nos narra los caminos que le
llevaron a la creencia en Dios. Como muestra veamos lo que nos dice en la
página 87:
“Es hora ya de que ponga mis
cartas sobre la mesa, esto es, de que exponga mis propias opiniones y las
razones en las que se apoyan. Creo ahora que el universo fue traído a la
existencia por un Inteligencia infinita. Creo que las intrincadas leyes de este
universo manifiestan lo que los científicos han llamado la Mente de Dios. Creo
que la vida y la reproducción tienen su origen en una Fuente divina”.
A continuación
nos habla de las “dimensiones de la naturaleza” que conducen
inexorablemente a Dios, lo que le llevó a considerar nuevamente los clásicos
argumentos filosóficos. Sobre dichas dimensiones, dice Flew en esta misma
página:
“¿Por qué creo ahora esto,
después de haber expuesto y defendido el ateísmo durante más de medio siglo? La
breve respuesta es la siguiente: tal es la imagen del mundo que, en mi opinión,
ha emergido de la ciencia moderna. La ciencia atisba tres dimensiones de la
naturaleza que apuntan hacia Dios. La primer es el hecho de que la naturaleza
obedece leyes. La segunda es la dimensión de la vida, la existencia de seres
organizados inteligentemente y guiados por propósitos, que surgieron de la
materia. La tercera es la propia existencia de la naturaleza. Pero no es sólo
la ciencia la que me ha guiado. También me ha ayudado la reconsideración de los
argumentos filosóficos clásicos”
Y terminamos
con el último párrafo de dicha página 87. Nos dice el autor:
“Se podrá preguntar como yo,
un filósofo, me atrevo a hablar de asuntos tratados por los científicos. La
mejor respuesta a esto es otra pregunta ¿Se trata aquí de ciencia o de
filosofía? Cuando estudiamos la interacción de dos cuerpos físicos – por
ejemplo, dos partículas subatómicas -
estamos hablando de ciencia. Cuando preguntamos cómo es que puedan
existir esas partículas – o cualquier otra cosa física – estamos haciendo
filosofía. Cuando extraemos consecuencias filosóficas de datos científicos,
estamos pensando como filósofos”.
( I ).- André Frossard fue un periodista
y político francés, secretario del partido comunista de su país, ateo y
marxista. Como Flew, cambió de “bando”, dejando constancia de ello en su obra
de “Dios existe. Yo me lo encontré”,
Editorial Rialp S.A., Madrid, 1983, 175 páginas, libro comentado en este blog
con fecha del pasado 1 de abril, como ya sabrán.
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