Como decíamos
en el artículo anterior, este último lo dedicaremos al apartado intitulado “El PCE durante el pacto
germano-soviético”,
página 150. Dice Así:
Este
sorprendente giro se había realizado al margen de la Comintern, a su vez
reducida al papel de mero apéndice de la política internacional soviética.
Durante cerca de un mes, los partidos comunistas europeos se encontraron sin
instrucciones precisas de la “Casa”. Las bruscas maniobras de los
comunistas en Francia, el país más directamente afectado, son paradigmáticas de
las del movimiento comunista internacional. Durante las primeras semanas, el
PCF trató de conciliar el pacto germano-soviético con su anterior política
patriótica y antialemana. Después, cuando llegaron las consignas de Moscú, arrinconó el antifascismo de
un día para otro. Ahora la guerra era de carácter
imperialista, es decir, un conflicto entre el imperialismo franco-británico y
el imperialismo alemán. Y el PCF, que acababa de votar los créditos de guerra
del gobierno Daladier, pasó a exigir que Francia pidiera la paz a Alemania. De pronto, los comunistas franceses se convertirían
traidores a su patria. Predicando con el ejemplo, su
secretario general, Maurice Thorez, desertó del ejército y se refugió en Moscú. Las consecuencias no se hicieron esperar:
muchos dirigentes y militantes abandonaron el partido y el gobierno declaró
ilegal al PCF.
Los
dirigentes del PCE y del PSUC que se encontraban en Francia siguieron los pasos
de sus camaradas franceses. Así, por ejemplo, el 2 de septiembre, Catalunya,
portavoz del PSUC, enfatizaba: ‘Si estalla la guerra lucharemos, moriremos,
venceremos con Francia, si el agresor fascista la obliga a defenderse’. Poco después vino la rectificación, y los comunistas españoles también fueron
ilegalizados. A pesar del desconcierto provocado por el hecho de que ahora Franco aparecía como aliado indirecto de la URSS, no se produjeron deserciones importantes entre la
militancia. Cabe mencionar la de Félix Montiel, diputado y catedrático,
que abandonó el partido en Cuba en 1941. Pero la gran mayoría de militantes
asimilaron el viraje. Carrillo, en 1948, explicaba así el fenómeno:
‘Incluso
los militantes menos desarrollados políticamente, los menos preparados, se
hacían este razonamiento sencillo y profundo: Lo ha hecho
Stalin, lo ha hecho el Partido Bolchevique, bien hecho está. Por fuerza tiene
que ser favorable a nuestra causa’.
La
ilegalización del PCE en Francia aceleró su desorganización en los meses que
precedieron a la invasión alemana. La Comintern había dado orden de repliegue
hacia la “Casa” a los dirigentes de los partidos comunistas europeos, como
Thorez o Togliatti. También los pocos dirigentes españoles que quedaban en
Francia huyeron a la URSS o a Sudamérica. Antes de marcharse dieron a los
militantes españoles la consigna de no alistarse en el ejército francés y de no luchar contra los alemanes.
Los que iban a la URSS, como Carrillo, no tenían dificultades para atravesar
Europa ocupada por los nazis, en buenas relaciones con los soviéticos.
Otro de
estos viajes fue el de Francisco Antón, el amante de Dolores Ibarruri. Había
sido detenido por la policía francesa e internado en un campo de Vernet,
en el País Vasco Francés. Cuando los alemanes invadieron Francia, Pasionaria
intercedió directamente ante Stalin para que solicitara a los alemanes su
liberación. No hubo dificultades, y Antón viajó hacia Moscú a través de la
Alemania nazi con pasaporte soviético”.
Y con este
artículo ponemos fin al comentario de este magnífico libro del que nadie habla
y, como siempre, recomendamos su lectura a los “historieteros” de lo políticamente correcto, así como a los “catedraticoides”
que pululan a sus anchas diciendo y escribiendo barbaridad tras barbaridad, y
también a los fanáticos pedantes marxistas.
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