El título completo de esta
obra de Ricardo de la Cierva
es “Carrillo miente. 156 documentos
contra 103 falsedades”, editorial FÉNIX, 1.994, 515 páginas.
El libro es una respuesta,
debidamente documentada, a unas memorias escritas por el asesino de Paracuellos
totalmente falsas, provocativas y mendaces.
Todos los capítulos de la
obra son interesantes, pero destacaríamos “El
discípulo de Lenin”, “El submarino
comunista”, “La sombra de Stalin”,
“El responsable de Paracuellos” y “Un camino jalonado de cadáveres” (Jorge
Semprún).
Carrillo en sus “Memorias” no
concreta citas, como tampoco hace consultas de obras fundamentales. Como diría
un pedante fámulo del marxismo, “no cuida
sus fuentes”. Las incursiones históricas que hace “se
trazan desde la pereza y la desidia” (página 44). Y cuando cita una obra
como fuente, nunca dice la página. Aparte de todo esto, cuando habla de la República, lo hace con
errores y deformaciones. Tal es el caso que se expone en la “Falsedad 13” cuando dice que “el general Berenguer, que el 13 de abril
declaró que España se había acostado monárquica y levantado republicana”.
Sin embargo, en otra parte dice que el almirante Aznar, jefe del último
gobierno de la Monarquía,
fue el autor de esta frase. En realidad fue este último quien la pronunció. Sin
comentarios.
Transcribimos textualmente lo
que se dice en las páginas 50 y 51, por poner un ejemplo:
“FALSEDAD 16
El anticlericalismo, el odio
a los curas, era en la España
de entonces la respuesta a una Iglesia identificada tradicionalmente con los
poderes y las castas más reaccionarias.
De un plumazo ignora Santiago Carrillo la ejecutoria
de la Iglesia
española a favor de los pobres, sus siglos de asistencia y beneficencia al
servicio de los pobres y marginados. Para él no existen estos ejemplos tomados
al azar.
DOCUMENTO 15
Los Hermanos de las Escuelas
Cristianas (lasalianos) tras un siglo de actividad en España a partir e 1.878, ‘han
dedicado su generosidad a chicos normales, subnormales y delincuentes; a niños,
jóvenes, universitarios y adultos (de uno y de otro sexo) en cada nivel; a
seises, monaguillos, estudios de seminarios, escuelas misioneras, un Instituto
superior pontificio’.
Y esta fecundísima labor, dirigida en gran parte a los
pobres, estaba en plena floración en 1.931, cuando la República se empeñó en
truncarla. Y luego el 28 de julio de 1.936, diez Hermanos de las Escuelas
Cristianas fueron vilmente asesinados tras su captura en el colegio de Griñón,
por el delito de haber servido a las clases humildes”.
Nosotros añadiremos, aunque
no tenga nada que ver con el libro que estamos comentando, que ya en la
revolución de 1.934, este odio clerical, fomentado y atizado precisamente por
los comunistas de Carrillo, se desató en España. Y concretamente en Asturias
con el asesinato de ocho Hermanos de las Escuelas Cristianas y un sacerdote
Pasionista (foto), en la región minera de Turón (Mieres), localidad en la que
estaba nuestra madre de maestra. Por allí circulaban puño en alto diciendo: “Un, dos tres, no queremos curas en San
Andrés”, o el no menos significativo “Un,
dos, tres, cuatro, cinco, no queremos ni curas catecismo”.
Que no engañen a nadie: el
odio a todo lo clerical es consustancial al marxismo.
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